viernes, 1 de marzo de 2019

Banduxu, donde el tiempo se detiene.

Banduxu/Bandujo y su camino medieval (Proaza).
Circuito por la Foz de Valmoru, Carbayeu'l Rey y Oliz desde Llaneces.


(Torre de Tuñón)

La idea para este día era regalarnos un buen ágape en Proaza, aunque tampoco sería mala cosa aprovechar y dar un paseín corto para abrir las ganas de comer, pues unas cuantas opciones nos ofrece el concejo. El caso es que nos acordamos que aún teníamos pendiente recorrer el camín medieval que asciende a Banduxu; una opción sencilla que nos iba a venir de perlas para las pretensiones de la jornada (aunque al final la complicaremos algo).
Banduxu seguramente sea uno de las aldeas más antiguas de Proaza, junto con Serandi. Parece ser que entre los siglos VIII y IX, en plena Alta Edad Media, ya se encuentra en la zona un poblado -Vandugio- vinculado a la sociedad feudal y la explotación de los pastos de altura en la braña de Atambu, incluso se ha encontrado en la zona un as romano de época de Augusto, y aún más allá, por el siglo V AC , hay indicios de asentamientos de clanes pastoriles, como también asevera la tradición oral, por lo que ya podemos imaginar que la antigüedad del enclave primigenio se pierde en el tiempo.
Enclave que se localiza a 660 metros de altitud, en el cuenco en declive cercado por los pétreos murallones que se extienden desde L'Oubiu y Pelau hasta las laderas que decaen de la Mostachal, cerrando el circo por el Norte, las vertientes meridionales que se descuelgan de las sierras de Proacina, con el vigilante bastión del Pico Lluguei.
Y es que esta aldea, enmascarada en este agreste entorno, estuvo prácticamente incomunicada hasta la década de los ochenta del siglo pasado, siendo cuando hacen aparición aspectos propios del mundo contemporáneo, como son la electricidad, el agua corriente o las carreteras modernas.
Un pueblo que ha conservado a lo largo del tiempo sus características fundamentales, una esencia medieval que se ha mantenido a través de los siglos sin graves alteraciones, coexistiendo en equilibrio el patrimonio arquitectónico propio de las diferentes fases históricas.
Todo este excepcional universo preservado en el tiempo, como si de una aldea dormida se tratara, hace de Banduxu un conjunto patrimonial de extraordinario valor, lo que llevó en 2009 al reconocimiento de esta localidad como Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de Conjunto Histórico.
En resumen, un pueblo que ha sabido, o ha podido, mantenerse fiel a sus orígenes y que rezuma sabor tradicional en cada rincón. Una de las joyas del concejo de Proaza.
Si bien a día de hoy se puede acceder por carretera, como ya hemos hecho alguna vez, en esta ocasión vamos a conocer el itinerario por el antiguo camín medieval o Real que parte de Llaneces, prácticamente la principal vía de comunicación con esta aldea de Banduxu hasta hace pocos años.
La vuelta, nos la plantearemos sobre la marcha para caer por la zona de Oliz, en pindio descenso a través del valle del Robledal hasta la cuenca del Teverga y enlazar así con la Senda del Oso, que nos llevará de regreso a Llaneces.

NOTA:  En la fecha de realización de esta ruta, los caminos de la segunda parte de la misma, presentaban un estado muy intransitable debido a ramas y árboles caídos, consecuencia de los devastadores efectos de las nevadonas de octubre, por lo que el itinerario de bajada hacia Oliz, si a día de hoy no está limpio, puede ser muy incómodo y no lo recomendaríamos a la persona no acostumbrada o que no guste de bregar con la vegetación, ya que le puede resultar agobiante.

Cartografía IGN 1:25000 Hoja 52-3

Cota mínima: 274 m.
Cota máxima: 758 m.
Desnivel máximo: 484 m.
Desnivel acumulado: 680 m.
Distancia: 9 km.
Tiempo: 4:30 h (Con las paradas).
Inicio/Fin: Llaneces.


Por la AS-228 y después de pasar Caranga Baxu, continuamos un par de kilómetros sentido San Martín de Teverga, hasta justo el KM 21, donde aparcamos el coche en un apartadero sobre el margen derecho de la cuenca del Teverga. 
En el arcén contrario de la carretera, vemos una solitaria marquesina de una parada de autobús, que es precisamente la parada de Banduxu; hay que recordar que no hubo acceso al pueblo por carretera hasta 1987.
Justo enfrente de la parada del bus, salva el Teverga un puente de hormigón, que tuvo mejores épocas, por el que debemos cruzar al otro margen del río.

Para girar inmediatamente a derechas invirtiendo nuestro rumbo al Norte, y conectando así con la Senda del Oso, que en este tramo discurre sobre este margen izquierdo del curso fluvial aguas abajo.

Pero poca distancia llevamos recorrida cuando alcanzamos el punto donde el arroyo Valmoru vierte sus aguas al Teverga, y donde vemos una caleya señalizada que asciende por nuestra izquierda; es la nuestra.

Estamos en el viejo Camino de la Molina o de Banduxu, que asciende aguas arriba por el barranco de Valmoru siguiendo rumbo occidental, inicialmente sobre el margen derecho del arroyo y cuando empezamos a encontrarnos con los primeros obstáculos consecuencia de los últimos temporales, al aproximarnos a un primer puente que en nada nos recibe.

Árboles y ramas caídos que intentan oponerse a nuestro paso por el puente de Llaneces que, sin embargo, cruzamos sin dificultad al margen derecho del arroyo.

Margen derecho por el que continuamos cómodamente en ligero ascenso, y encajonándose el camino entre las abruptas paredes cuarcíticas del cañón.

Amplio caleyón que aún mantiene en muchos tramos su empedrado medieval, y que denota su pretérita importancia.

Siempre próximos al arroyo Valmoru que, con sus rápidos y saltos de agua, nos ofrece bellas y bucólicas estampas.

Una verdadera joya natural la que recorre esta senda, en la que se disfruta de un paseo bien agradable entre frondosa arboleda y con el perenne murmullo del arroyo que refresca el caminar.

Espesura que recorremos en la cual destaca el roble y el castaño, pero también alisos, ablanos y, entre otros, el madroño, planta más propia de zonas mediterráneas, pero que gusta del entorno silíceo de estos valles.
Así nos vamos aproximando a la parte más angosta de la estrechura de la Foz de Valmoru, tajo que hiende estas escarpadas cuarcitas.

Lo que obliga a nuestra senda a buscar refugio irremediablemente contra los farallones.

Y es a su paso por La Covanera, que el camino gana terreno al pétreo murallón que lo protege a modo de visera.

Acompañados del próximo y rápido torrente con sus bellos y espumosos rincones.

Sin duda un tramo muy bonito, labrado y enlosado, que bien merece la pena conocer.

En un caminar muy cómodo rodeados de una exuberancia natural que se abre paso entre opresivas paredes.
Un lugar hoy solitario, pero muy transitado hasta hace relativamente poco.

Así llegamos a otro rincón destacable, donde el arroyo se despeña en una bonita cascada.

Para inmediatamente revolverse nuestra senda ganando altura sobre el salto de agua.

Y ya enseguida, volviendo a llanear el camino, debemos tener un poco de precaución, en un tramo donde la vegetación caída por el temporal hace voladizo sobre el vacío inmediato, y puede inducir a pisar en falso mientras va uno ensimismado con este entorno.

Con un Valmoru, que hoy no lleva excesivo caudal, pero que aun así nos regala fotogénicos recovecos.

Arroyo que volvemos a cruzar a su margen derecho, al llegar al puente de madera de los Pontiquinos, y no sin cierta incomodidad debido a los estragos de la galerna; nada grave.

Accedemos entonces a la zona conocida como La Gualta.

Entre portentosos y esbeltos castaños, se trata de otro tramo muy bonito este de La Gualta, y por el que iremos dejando atrás la entalladura de la foz, cuando el valle, poco a poco, se irá abriendo.

Conserva el camino por aquí gran porte y magnífico empedrado.

Por el que toca enfrentar quizás el sector más duro del día debido a su fuerte pendiente.

Ganando altura con fuerza en sucesivas revueltas.

Muriado, enlosado, camino que aún se mantiene relativamente intacto desde tiempos medievales.

Flanqueado de robles y castaños, que hacen una delicia el caminar por aquí.
 Pese a la pendiente, la simple contemplación del espacio que te rodea, te hace olvidar la marcha ascendente de la senda. 

Pendiente que da un respiro cuando corta la senda en llano por la Pousa, donde los madroños arrancados por el temporal intentan dificultarnos el paso; sin problema, lo gordo nos espera a la vuelta.

Así que cómodamente y recuperando fuerzas, vamos cruzando por esta vaguada de La Pousa hasta un guapo canto, con buenas vistas a los crestones de Pando.

A partir del cual vuelve la senda a ascender con decisión.

Dejando a un lado el portentoso salto del Remexón de Villaflor, que entrevemos a través de la arboleda, nos iremos aproximando ya a Banduxu por Malpica.

Descendemos así por una zona recientemente argayada donde han tenido que rehacer el camino.

Para, inmediatamente, volver a cruzar el arroyo por otro puente de madera; no será el último.

Sigue el camino encauzado entre sendas murias en su aproximación final a la aldea.

Soslayando una solitaria cuadra, que nos muestra algún elemento de interés, como son sus sillares esquineros y su interior, donde todavía se conserva el pesebre.

E inmediatamente otro puente; aún nos quedará uno más.

Pero antes, no nos queda otra que evitar un nuevo obstáculo que nos impide el paso.

Y ahora sí, el último puente, que resulta estar en un rincón muy chulo.

Con un pequeño, pero vistoso salto de agua, que convierte este sitio en un lugar especial.

Tomamos entonces contacto con las primeras casas de Banduxu, concretamente por las del barrio de La Molina.

Y el valle del Valmoru, ya próximo a su cabecera, se abre a la altura del monte de Eirós.

Fijándonos, desde un primer momento, en los particulares elementos constructivos tradicionales que nos vamos encontrando.

Nos adentramos así en el barrio de La Molina, que se sitúa en la parte más baja de esta aldea polinucleal.

Girando enseguida al Norte entre las casas de este barrio de La Molina, para pasar por encima de la vaguada que nos separa del barrio de El Palaciu, que vemos al frente.

Y con escenas inherentes a la vida diaria del lugar, de las que siempre presta encontrarse.

Barrio del Palaciu, situado en un altozano que domina el entorno, destaca por el conjunto arquitectónico de palacio y torre, siendo el torreón medieval el elemento señero que, sin lugar a dudas, más llama la atención a quién visita Banduxu; es el referente de esta aldea de montaña, que le da ese perfil de estampa medieval.

Pero antes, dejamos a un lado el barrio de La Reguera, por donde, efectivamente, baja un reguero que da vida primero a un molino y luego al lavadero.

Y es que, mientras nos acercamos al barrio del Palaciu, vemos que la presencia de la torre es una constante en Banduxu. Estratégicamente situada en la loma, es símbolo de poder de la nobleza local de la época, se podría decir que es el centro neurálgico del pueblo, y se ve desde cualquier punto; todo lo vigila, como cualquier bastión medieval que se precie.

Dominio visual que podemos comprobar al ir alcanzando sus inmediaciones, con amplias vistas a lo que nos rodea, como es el barrio del Toral, detrás del cual y de telón de fondo, se estira la escarpada cordal que se extiende desde L'Oubiu y Peláu hacia la Mostachal. También el barrio de Campal, a donde actualmente llega la carretera de acceso.

Así llegamos al barrio del Palaciu (620 m), o más concretamente al Llanu Palaciu. Pequeña plazoleta donde se alza la fortificación y donde vemos un panel informativo al respecto.

Conocida como torre de Banduxu o de Tuñón, es uno de los torreones bajomedievales que mejor se conserva en Asturias.
Se alza sobre un zócalo y es de planta circular, construida en mampostería y sillarejo, con sillar en los vanos y cubierta cónica, alcanzando los 12 metros de altura y 7 de diámetro. El acceso original se realizaba a través de una puerta con arco de medio punto, situada en la primera planta y en su día defendida por una escalera levadiza, como era habitual en este tipo de fortificaciones; hoy ese vano es un balcón, y la puerta adintelada que vemos en su base fue abierta posteriormente. 
Vemos también unas cuantas saeteras, como típico elemento militar. También un par de ventanas cortejadoras, que contribuyen a datar la construcción entorno al siglo XIV.
La torre tiene todavía uso residencial y la distribución interior es la misma que tenía hace setecientos años.

Fundada por los Álvarez de Bandujo, con los que posteriormente emparentarían los Tuñón y los Miranda, vemos en el piso superior el escudo de armas de este linaje, en cuyo campo, sin divisiones, pintan los blasones los Tuñón, los Miranda y los Bandujo y, en el centro, una torre con una lanza inclinada en cada costado.

Desde el zócalo donde se yergue la construcción admiramos, una vez más, el dominio visual de la fortaleza. En este caso dando vista al Campal y La Reguera, así como el paso hacia los puertos de altura de Banduxu.

Lindando con la torre medieval, preside este entorno otra torre cuadrada con su casona señorial; es este un conjunto posterior, del siglo XVIII, pero también porta las armas del mismo linaje.
En esta fase, los Miranda y los Tuñón, herederos del viejo linaje de los Álvarez de Bandujo, mantienen un férreo dominio sobre la tierra, las infraestructuras productivas y los inmuebles. Tiempos de horca y cuchillo, como bien saben los de Teverga al hablar de la casa de Miranda.
Aquí estuvo también ubicada la antigua cárcel e incluso hubo ayuntamiento.
Y, como no podría ser de otra forma, según las leyendas, estas viejas construcciones estarían comunicadas por huidizos pasadizos del tiempo de los moros, repletos de tesoros y que comunican con el río.

Nos vamos entonces hacia el próximo barrio de Entelailesia.

Una vista atrás hacia El Palaciu, cuya torre medieval se lleva inevitablemente gran parte del protagonismo fotográfico de hoy.

Barrio de Entelailesia o Entelaiglesia, donde efectivamente, se alza la iglesia parroquial de Santa María de Banduxu.
Situada en una plazoleta que rebosa quietud y con grandes vistas a las sierras circundantes, como es la del Gorrión, que vemos en la foto.

Se trata de la construcción religiosa de mayor antigüedad del concejo. 
De estilo románico rural, aparece mencionada en una donación del rey Fruela II a la catedral de Oviedo en el año 912.
El edificio actual es posterior a esta fecha y no parece conservar ningún elemento anterior al siglo XII.
Los muros son de mampostería y en la cabecera quedan canecillos sueltos; actualmente carece de decoración, aunque hace unos años aún podían verse algunos fragmentos escultóricos en el entorno del templo.

Y, como no, no puede faltar en las inmediaciones de un templo románico un texu, árbol mágico por excelencia desde el origen de los tiempos, aunque éste haya sido plantado recientemente.

Pero aquí también se encuentra el pequeño y peculiar cementerio de las tumbas sin nombre.

La singularidad de este camposanto es que las tumbas, 27 en total, no tienen dueño. Así que, cuando una persona fallece, ocupa el lugar de la que más tiempo lleve enterrada. Solo una pequeña placa a los pies de la cruz recuerda el nombre del difunto, pero sólo durante su periodo de "estancia", y así, generación tras generación, manteniéndose la tradición en la fiesta de Todos los Santos, de honrar las tumbas con coloridos adornos florales muy bonitos.

También cuenta Banduxu con un gran patrimonio de hórreos y paneras muy antiguos, que nos remiten a modelos de los siglos XV-XVII, encontrándose muchos otros construidos (o arreglados y reconstruidos) en el siglo XVIII.
En ellos podemos admirar interesantísimas decoraciones con siglos en sus trazos, como dos caballos enfrentados y un caballero caído, lobos y sierpes protectoras, entre otros motivos.

Y multitud de detalles que nos vamos encontrando a lo largo del paseo; unos antiguos y otros modernos y peculiares.

Es entonces, que decidimos alargar la ruta; es temprano para bajar a comer a Proaza como tenemos previsto, así que vamos a intentar hacer el paseo en circuito.
El caso es que, en animada charla con un vecino, éste nos dice que el itinerario habitual por Bustiellu está fatal por el mal estado de los caminos debido a los temporales, pero nuestra idea es bajar por Oliz, justo descendiendo por el valle previo. Opción esta más corta y menos habitual que, al parecer, tampoco pinta nada bien, según nos comenta el buen hombre. De todas formas vamos a intentarlo.
Así que en rumbo hacia el pequeño follón del día descendemos primeramente hacia el barrio de La Molina., para luego dirigirnos hacia el alto de Carbayéu'l Rey.

Una vez en La Molina, abandonamos el barrio obviando el camino por el que hemos llegado a la aldea y continuando en rumbo Oeste, para inmediatamente cruzar el Valmoru por un puente, siguiendo el trazado en ascenso por el monte y fincas de Eirós con tendencia suroriental.

Hasta elevarnos al canto de Eirós, donde tenemos unas excepcionales vistas de Banduxu y todos sus barrios dominados por el pico Lluguei.
(Pinchar para ampliar)

Nos despedimos así de Banduxu con un último zoom al Palaciu.

Buenas vistas también hacia la Sierra de Caranga, que asoma por detrás de la Foz de Valmoru y se eleva sobre el Trubia.

Gira entonces nuestra senda al Sur para adentrarse en una vaguada donde nuestra senda, en ligero descenso, busca el fondo del valle.

Pero antes, una bifurcación. Según nuestro mapa, las dos variantes son válidas, pero optamos por la de la izquierda, que nos lleva a cruzar  la riega por el fondo el valle (615 m); seguramente se trate de L'Abechara, aunque no lo tenemos claro y vamos a coger un poco la toponimia con pinzas. 

Invierte así nuestro camino el rumbo al Noreste en ascenso, adentrándose en la umbría del bosque; no tardamos en encontrarnos con los efectos del temporal.

Sin embargo, en este primer tramo, no vamos a tener problema, gracias a un vecino que, con motosierra y paciencia, ha limpiado el camino para acceder a unas fincas que tiene en lo alto de estos montes, según nos han contado.

Alcanzamos un canto donde nuestra senda invierte nuevamente el rumbo al Sur para adentrarse en el siguiente valle, y donde, entre la arboleda, distinguimos el collado de Carbayéu'l Rey que tenemos que alcanzar.

Un deleite caminar por este monte de jóvenes castaños, pero con un poco de incertidumbre, porque este camino se aparta del que figura en el mapa, incluso perdemos altura ligeramente.

Pero pronto comenzamos a ganar metros nuevamente y, cómodamente, alcanzamos un colladín a los pies del Pico el Vialar; un rincón destacable (688 m).

Es en este momento que el camino gira al Oeste en más fuerte pendiente y acabará confluyendo con la otra variante que descartamos en el fondo del valle de L'Abechara.

Y revolviéndose al Sur, ya entre robles, alcanzamos el alto de Carbayéu'l Rey, máxima cota de hoy (758 m).
Devolamos así la sierra para cambiar a la vertiente que cae a la cuenca del Teverga, y la cosa no pinta bien.

Total que la senda se bifurca; por la derecha continúa hacia la finca del vecino que antes comentábamos, sin embargo, nuestra opción pasa por tomar el ramal que sale hacia la izquierda y gira en descenso en busca del centro del valle, senda que se ve totalmente tomada de ramas y rebollos caídos que dificultan el paso.

Con obstáculos que hay que solventar como se pueda; unas veces mejor y otras peor.

Camino de ancha traza, en su día usado para la explotación forestal y por el que vamos alcanzando el centro de la vaguada. ¿Puede tratarse del Caleyo de Oliz, como hemos visto en algún mapa?

El tema es que, una vez en el centro del valle (693 m) , con todo este caos y desbarajuste, no se ve la traza, y mira que es ancha. Tenemos que buscarla por el centro de la vaguada bastante incómodamente, cuando hace un giro a izquierdas en fuerte descenso.

Recorremos entonces un tramo relativamente más limpio, por decir algo.

Perdiendo altura con fuerza por este valle del Robledal, que no puede tener topónimo más acertado, y sería una opción muy chula de haber encontrado el camino en mejores condiciones. 

Con grandes vistas que se abren hacia la mole de Sobia, que se muestra imponente.

Se alternan los tramos limpios con otros tomados de obstáculos, que vamos solventando con paciencia.

Sin embargo, a nosotros que ya estamos acostumbrados a estas lides en que hay que activar el "modo jabalí", nos está gustando bastante, aunque en estas condiciones tampoco es para animar a nadie que no esté un poco habituado a estos "fregaos" a que se meta por aquí a bregar con todo este ramaje.

Pero la cosa mejora cuando salimos a zona más abierta, donde el camino se muestra franco al discurrir entre vegetación de menor entidad y dando vista a la Granda de Oliz que se eleva sobre el margen derecho del Teverga.

Pero imponentes son las vistas hacia el Desfiladero de Valdecerezales, tajo que ha horadado el Teverga separando las Sierras de Sobia y Gradura. Enmarcando entre ambas a la Peña Negra, en el cordal de La Mesa.

Y así cómodamente continuamos descendiendo ligeros, sin mayor problema.

Siempre en buena pendiente, trazamos las últimas revueltas, antes de caer a la cuenca del Teverga por Oliz.

Aunque no nos libramos de un último y tupido obstáculo al final del camino. Camino que con cierta sorpresa vemos cortado por el cercado alambrado del punto limpio de Cogersa.
Por suerte encontramos la verja abierta, creemos que por la obligación que implica la servidumbre de paso, porque no sería de recibo que se corte un camino público, a nuestro entender.

Sin más accedemos a la carretera AS-228 que discurre junto al Teverga (311 m), carretera que recorremos escasos 200 m hacia el Este sentido Caranga y por la que enseguida conectamos con la Senda del Oso.

La famosa y tan frecuentada Senda del Oso, cuyo itinerario discurre sobre la caja del antiguo tren minero.

Por la que atravesando refrescantes y sucesivos túneles en cómodo paseo...

...nos llevará al punto de inico de la ruta en Llaneces, a donde llegaremos cruzando nuevamente el Teverga por el puente de hace unas horas. 
Aún tendremos tiempo de tomarnos un vermú previo a la opípara pitanza programada, culmen a una mañana bien aprovechada.

Os dejamos el perfil de elevación.

¡¡Un saludo!!