Braña Duernas y Canchongo en circular al Valle de Cuañana.
Circuito por la Mortera de Cuañana, Las Sierras, Oxa Michaoros y Villamarcel.
- Sierra de Sobia y estribaciones -
(Braña Duernas)
La Sierra de Sobia, alargado espinazo situado en la franja central de la región asturiana que, desde el collado Vosbrige, en los aledaños del Puerto Ventana y Macizo de Ubiña, se descuelga de Sureste a Noroeste, separando los valles y concejos de Teverga y Quirós. Es precisamente en la vertiente quirosana de esta alineación calcárea, que se encuentran los pastos de altura de las brañas de Canchongo o Puerto de Cuañana, que una vez más vamos a visitar, aprovechando para conocer la próxima braña de Duernas, en realidad, verdadero objetivo del día.
Y es que con ésta, ya son unas cuantas veces que nos acercamos a la zona. Siempre remontando hasta el puerto por el fondo del Valle del Reguero de Cuañana, en esta ocasión vamos a hacerlo por su margen izquierdo, pues aún tenemos pendiente recorrer un precioso trazado que cortando por Las Sierras, a media ladera del Faidiellu y sobre la Mortera de Cuañana, conduce a Duernas.
Dándole la vuelta al valle, el regreso lo haremos a lomos de la cordal de Michaoros para caer a Villamarcel, cerrando el circuito por el GR-207 Ruta de las Reliquias.
Es de recibo agradecer a Víctor, de Pindio Pindio, el habernos cedido información toponímica al respecto de esta zona quirosana que hoy os mostramos. Ingente labor de investigación la que realizan estos compañeros, de indudable importancia para preservar los nombres tradicionales de los lugares y así evitar que caigan en el olvido. También a sendos ganaderos con los que tuvimos la suerte de charlar y que amablemente nos aportaron valiosos datos.
Cartografía IGN 1:25000 Hoja 77-2 |
Cota mínima: 597 m.
Cota máxima: 1474 m.
Desnivel máximo: 877 m.
Desnivel acumulado: 1070 m.
Distancia: 17 km.
Tiempo: 7,50 h (Con las paradas).
Inicio/Fin: Cuañana.
Inicio/Fin: Cuañana.
Por la AS-229 o la AS-230 llegamos a Bárzana, capital del concejo de Quirós, donde tomamos la carretera local QU-1 que, en unos 2 km, sube a la localidad de Cuañana o Coañana.
Aparcamos el coche en la plazoleta junto a la iglesia bajo la advocación de Santiago (605 m).
Al fondo vemos el Pico La Cerra, por cuyas laderas discurre nuestro itinerario inicial y bajo las cuales se asienta esta preciosa aldea que rezuma tanto sabor tradicional
Así que recorremos el pueblo hacia el Suroeste dando vista a todo el valle por donde desciende el Reguero de Cuañana y al que pretendemos dar la vuelta.
Hoy no nos paramos a fijarnos en detalles, pues hemos estado por aquí hace bien poco, pero merece la pena admirar la decoración de los hórreos y demás elementos tradicionales de esta aldea quirosana.
Y, siguiendo el camino que busca el fondo del valle y por donde viene el GR-207 Ruta de las Reliquias, enseguida pasamos junto a la buena fuente del Duernu La Reguera.
Para alcanzar al momento el cruce de El Palacio, donde abandonamos el GR por el cual volveremos en unas horas.
Tomamos entonces la pista que, por nuestra derecha, asciende soslayando las ruinas de lo que queda de una antigua casona con grandes dovelas y vanos adintelados.
Pista que en buen ascenso, bordea los prados de La Reguera, donde mansos mastines guardan las ovejas.
Y entre tintes otoñales recorremos tramos bien guapos que discurren bajo centenarios castaños.
Tramos por los que ganamos altura sobre los prados de La Reguera y la aldea de Cuañana, con una omnipresente Sierra del Aramo cerrando el margen derecho del Valle de Quirós.
Superamos pindios recuestos, los cuales están hormigonados en los tramos de mayor pendiente.
Pendiente que suaviza al llegar a la altura del Chanu Llanezuga (754 m).
Cambiamos entonces y momentáneamente a la vertiente de la vaguada del Reguero Cabornu, desde donde divisamos bajo nosotros la peña donde se encuentra el Castillo de Alba, enclave señero en la historia del concejo y por donde estuvimos hace unos días.
También buenas vistas hacia la zona baja del Valle de Quirós, flanqueado por las sierras del Gorrión, Caranga y Tene, emergiendo esta última entre los collados de Aciera y Pandu la Mortera, ancestrales pasos del antiguo Camín Real del Puerto Ventana en su curso hacia Oviedo.
Y es por esta zona del Chanu Llanezuga donde teníamos en mente interceptar el antiguo camino que sube de Cuañana hacia Pando, en la cimera de esta sierra Cumal y que la pista corta, el tema es que que ya está en completo abandono y lo vemos cerrado, por lo menos en su inicio, más con los efectos de los temporales acaecidos hace poco; decidimos por lo tanto continuar por nuestra habilitada vía cuando hace ésta un torno a izquierdas buscando tendencia meridional de vuelta al valle de Cuañana, e iremos observando la aún visible traza de la antigua senda unos metros por debajo nuestro, y quizás ese tramo sea practicable, pero el camino continua en ascenso por la ladera que vemos al frente cuando la pista lo vuelve a cortar y ya, a partir de ahí, el sendero se desdibuja, siendo casi imperceptible, por lo que tampoco tenemos ganas de esfuerzos innecesarios luchando contra la vegetación, así que lo descartamos completamente.
Pista ésta cuyo ascenso resulta un poco tedioso, más cuando llevamos el sol de cara.
Pero no cabe duda que las vistas hacia el Aramo y Valle de Quirós son excelentes.
Muy abajo queda ya Cuañana, e incluso y en el fondo del valle, divisamos Bárzana, capital del concejo.
Alcanzando la cota de 960 m, nuestro ancho camino comienza a llanear flanqueado por castaños y robles.
Para ya, en claro rumbo sur, iniciar un bonito, frondoso y ligero descenso por la Mortera de Cuañana, entre viejas cuadras y antiguos cierres de las fincas del Altar.
En cómodo caminar por la mortera, vemos el Faidiellu, por cuyas laderas discurre la senda que vamos a seguir hasta Duernas.
Cierran el valle en su cabecera los cantiles de Sobia, sobre los que se encuentra el Puerto de Cuañana o Canchongo, y apreciamos la muezca por donde discurre el pindio camín de Las Vueltas, que da acceso al puerto y que ya recorrimos un par de veces, en un itinerario muy recomendable que asciende por el fondo del valle. Podéis verlo AQUÍ.
Por la izquierda, limita el valle en su margen derecho, la zona de Gordón y la cuerda de la Oxa Michaoros que vamos a recorrer en nuestro camino hacia Villamarcel.
Así alcanzamos las fincas de Yanezas, con su buena cuadra (1057 m) que, como el topónimo indica, se encuentran en un rellano de la mortera.
Y desde donde comenzamos un sostenido ascenso hacia Pando dando el camino un marcado torno.
Ganando altura cómodamente sobre Yanezas, vemos esta Mortera de Cuañana que se extiende hasta el fondo del valle. En el otro margen, el alomado Pico Michaoros y, al fondo, sobre el Valle de Quirós, el Aramo, cuya visión será protagonista prácticamente en toda la ruta de hoy.
No está demás comentar que las morteras son uno de los elementos más importantes del espacio agrario de Quirós. Son terrenos cerrados divididos en fincas en copropiedad para lograr aprovechamientos comunitarios, como pastizal y como tierras de labor.
Situadas por encima de los pueblos, tenían una producción de hierba seca, una pación de otoño y además rendimiento agrícola, sobre todo escanda y patatas.
Las morteras cayeron en desuso debido al despoblamiento rural y al descenso de la cabaña ganadera, siendo ya muy pocas las que se mantienen cerradas. Son reminiscencias de un pasado de necesidades, pero también de solidaridad, colaboración y aprovechamiento comunal.
Ya tenemos el collado de Pando a la vista cuando aún nos topamos con algún neverín que se resiste a desaparecer, vestigio del reciente temporal de nieve. Y es que hemos tenido suerte al limpiar los vecinos de Cuañana este camino, pues los efectos del temporal han dejado muchos impracticables debido a ramas y árboles caídos, como bien vamos a sufrir al final de la ruta.
Nos aupamos entonces a Pando (1187 m), donde muere la pista que, salvo el ascenso inicial por las faldas del Pico La Cerra, no nos ha resultado para nada pesada, siendo desde El Altar hasta aquí un paseo bien prestoso.
En las laderas del Faidiellu, y sobre la pista que nos ha traído hasta Pando, vemos las fincas de Cintas, por donde discurre nuestro itinerario y que en breve vamos a cruzar.
Un buen número de yeguas pastan plácidamente en este lugar, desde el cual, y asomando por detrás de la cordal de Michaoros, empieza a surgir la inconfundible silueta de la Gran Dama de Ubiñas: Peña Rueda.
Y es que este enclave no puede ser más guapo; situado en la cimera del cordalín del Cumal, entre la cota homónima y el Faidiellu.
Pequeña sierra ésta que se desprende de la de Sobia separando los valles del reguero de Cuañana y los del Corroríu y Fresneo.
Preciosas vistas sobre las morteras de Felguera y Bustramonde, así como hacia los picos de La Rasa Mingoyo y Granda Mollía, a la izquierda de la imponente Sierra del Gorrión y separados de ésta por el Colláu Quintaneiru.
Bien merece la pena echar un buen rato aquí, más con el buen día que hoy disfrutamos, con la suerte ,además, de poder charlar con dos ganaderos que nos encontramos y que, amablemente, nos comentan valiosos apuntes de la zona.
Y ahora sí, ya nos incorporamos al camino tradicional que viene de Cuañana, por el que retomamos rumbo sur por las laderas del Faidiellu.
Como nos comentaron los ganaderos, hicimos bien en no meternos en el tramo que asciende por las faldas del pico La Cerra pues, desde la construcción de la pista, está ya sin uso y bastante perdido.
Con pequeños vestigios de empedrado y algún pequeño tramo un poco embarrado, llegamos cómodamente y en ligerísima pendiente a una primera cabaña de buena construcción y en uso de Cintas (1209 m).
Donde aprovechamos para picar algo disfrutando de unas vistas de escándalo sobre Pando, la mortera y hacia el Aramo.
Enseguida pasamos a la vera de una segunda cabaña de Cintas que también se ve en uso.
Es a partir de esta segunda cabaña que el camino pierde entidad, cuando se adentra en la frondosidad de castaños y robles en un entorno bien guapo.
Prácticamente un senderillo, puede haber una zona que incite un poco a la duda cuando vemos un ramal que asciende, pero no, sólo se trata de seguir de frente.
Atravesando un pequeño tramo muy embarrado, alcanzamos la fuente-abrevadero de La Muezca, donde podemos aprovechar para cambiar el agua.
Finaliza el bosque y nos aupamos entonces a La Muezca, paso para cruzar por el primero de sendos crestones a modo de pliegues calizos que se descuelgan del Faidiellu hacia el fondo del valle y que se conocen como Las Sierras.
Devolamos así el primer crestón de Las Sierras cruzando por la Portilla La Muezca (1225 m).
Para continuar por terreno más abrupto.
Por el que, siguiendo ínfima traza sin dificultad, cruzamos por las zonas más despejadas de Valbona hacia el segundo pliegue calizo de Las Sierras.
Preciosa senda que se torna más evidente, incluso con algún pequeño tramo armado.
Senda que sin posibilidad de pérdida nos irá abocando al cuenco de Duernas, en la cabecera del valle donde nace el reguero de Cuañana y que se abre entre los cantiles de Sobia, bajo un vigilante Pico Montarto.
Inmediatamente antes de Duernas y cortando el sendero por el Argumal, alcanzamos la fuente-abrevadero de El Rebocho (1310 m), la primera de las dos fuentes con que cuenta la braña.
Desde la cual, vista atrás, apreciamos la traza recorrida desde Las Sierras.
Sin más, la idílica Braña Duernas, enclave conocido por los lugareños como Veiga Duernas o, simplemente Duernas.
A los pies del Montarto y bajo el Colláu Piedrafita, por donde pasa el ancestral camino que une Fresneo de Quirós con Fresneo de Teverga, el sitio es una maravilla.
Situada en la vertiente suroriental del Cordal de Sobia, esta braña era utilizada tradicionalmente por los vecinos de Vallín. Se trata de una braña alta, con una altitud media de 1.342 m, que se asienta en pronunciada pendiente en un espacio de semicono invertido.
En la actualidad, el escaso ganado que frecuenta el lugar ya no procede de Vallín sino de zonas próximas correspondientes a Bárzana, Faedo y Fresneo.
Las primeras construcciones que nos encontramos son la Cabana y el Establu Melchorón.
Donde el elemento que más destaca es la cabana con vellar.
De cuidada mampostería, con cantería de bloques de caliza de buen tamaño en el recercado de vanos y en las llaves esquineras, y muy especialmente la cubierta, apiramidada, con gruesas llábanas adinteladas conformando una estructura en falsa bóveda.
Se trata de construcciones de corta planta rectangular que aprovechan su asentamiento en talud para crear dos niveles con acceso directo desde las distintas cotas de la pendiente.
En la planta inferior, semiexcavada en el terreno y de menor superficie, el vellar o cuadra para estabular los terneros, donde no faltaba el pesebre con sus retrigas para atar a los animales.
En la planta superior, con entrada por un lateral, se dispone la cabana o habitáculo del vaquero con su equipamiento básico: el llar u hogar terrero, con la chispera en la parte superior; la lacena o armario; l’arruda o colgadero; el banco y la cama donde se disponía un xergón de fuecha (jergón de hoja de maíz) para el descanso.
En este caso llama la atención la puerta forrada de antiguas matrículas.
Y el Establu Melchorón, elemento complementario a la cabaña con vellar y ya en proceso de ruina incipiente, que amenaza con hundir su techumbre a dos aguas en breve. Techumbre originariamente cubierta de tapinos, hasta 1960, cuando fue sustituida por teja del país.
Duernas cuenta con ocho construcciones ganaderas dedicadas a cabañas, cuadras y vellares.
Todas excepto una están fuera de uso y cuatro de las ocho existentes están derrumbadas
o en proceso de ruina
Un poco de zoom a la Cabana y Vellar de Los Patos.
Se trata de un vellar o cuadra para estabular los terneros de planta circular y pequeñas proporciones, complementario al cabanón, bloque principal dedicado a cuadra, donde el pequeño habitáculo para el vaquero estaría en la parte posterior fuera de la vista. Todo el conjunto techado con llábanas.
Y el Cabanón de Sergio, que parece tener cierto uso y donde hacemos una larga parada disfrutando de la paz del lugar con tan magnífico día.
Cabaña de planta rectangular y cerramientos de mampostería de piedra vista, con cubierta de teja a dos aguas de faldones asimétricos, rematada en los hastiales con llábanas escalonadas.
Asentada en pendiente, aprovecha el desnivel para crear dos alturas con accesos diferenciados desde las distintas cotas: en la parte alta se sitúa la cabana o habitáculo para el vaquero y, en el nivel inferior, la antigua cuadra.
Como siempre fijándonos en los pequeños detalles que tanto nos llaman la atención.
Continuamos entonces en ascenso por estos idílicos pastos plagados de quitameriendas, flores propias de esta época otoñal que nos advierten de la merma en las horas de luz del día.
Para, tras superar el breve repecho, alcanzar la buena fuente con abrevadero de gran porte de El Fontanón.
Y ya, con tendencia meridional, seguimos senderillos que sortean unos crestones para buscar la parte alta del cuenco de Duernas y abandonar la braña.
Debemos entonces buscar la senda por la parte meridional de la vega y que resulta ser un tramo empedrado precioso.
Senda que une el Puerto de Cuañana con Veiga Cimera y el Colláu Piedrafita, el cual se sitúa justo encima de Duernas, enlazando así con el camino que, proveniente de Fresneo de Quirós, se dirige a Fresneo de Teverga tras devolar Sobia, como ya comentamos antes.
Pierde el camino entidad cuando salimos al Gorbizu (1429 m) y comienza un ligero descenso para caer al puerto, que ya vemos al fondo.
Y la mole de Peña Rueda empieza a mostrarse en toda su magnitud, emergiendo por detrás de la cota que, en breve, vamos a bordear.
Atrás queda el Montarto, asomando al fondo el Solpicu, erróneamente nombrado en los mapas del IGN como Cantu la Xunta.
Y así vamos recorriendo la cabecera del Valle de Cuañana, apreciando claramente la traza que recorre la ladera del Faidiellu y que nos ha llevado a Duernas. Por encima de ella, se ve otro sendero que debe salir sobre Cintas, quizás sea viable.
Caemos entones a los pastos del Vegón, ya en el Puerto, mientras las nubes se resisten a abandonar las altas cumbres de Ubiña.
Y, en nada, las lagunillas de Canchongo (1420 m), situadas en la Vega El Chagu y en pleno Puerto de Cuañana que se asienta en medio de este mundo kárstico.
Se trata de una laguna cercada -El Chagu- consolidada artificialmente y donde abundan los juncos, flanqueada de sendas charcas infinitamente más pequeñas y de carácter estacional.
Si siguiéramos la senda que recorre la Veiga El Chagu hacia el Suroeste, alcanzaríamos en nada las cabañas de la braña de Canchongo o de Cuañana, de tan recomendable visita y desde donde también podríamos atacar alguna cumbre de la zona, como el Saleras, cota más alta de esta Cordal de Sobia.
Por el Noreste y junto a una de las charcas, tenemos justo delante la salida de la canal por donde asciende pindiamente el camín de Las Vueltas procedente de la Braña la Felguera. Otro itinerario precioso que asciende desde el fondo del valle y que antes mencionamos.
Obviamos continuar hasta la braña, pues es lugar bien conocido.
Así que en rumbo sureste nos adentramos en el terreno karstificado próximo a las lagunas.
Vista atrás vemos la zona que se extiende del Montarto al Picu Pieceniza, donde el IGN sitúa erróneamente al Solpicu.
Siguiendo senderos de animales sorteamos depresiones y afloramientos calizos hasta alcanzar una campera.
Para acabar saliendo a la preciosa vega de Veiga Xelá (1442 m), con buenas vistas hacia el extremo meridional de la Sierra de Sobia.
Vega que recorremos hacia el Sur en toda su longitud con gran comodidad.
Y es al finalizar esta vega que iremos girando a izquierdas, a rumbo noreste, siguiendo ínfima vereda y bordeando la cota de 1504 m.
El pequeño grupo de fayas puede ser una referencia.
Nos adentramos entonces en zona más abrupta, que la ínfima vereda recorre manteniendo dicho rumbo noreste y por donde alcanzaremos la cota más alta de nuestra ruta: 1474 m; sin dificultad ni posibilidad de pérdida, sobre los cantiles que se precipitan hacia el valle de Ordiales, el cual vierte sus aguas al de Ricabo.
Con unas vistas de lujo hacia el sector norte del Macizo de Ubiña, con la inconfundible Peña Rueda, separada del resto del macizo por la Collá Lingueo y que, a partir de ahora, se llevará gran parte del protagonismo.
Nuestro corredor se va estrechando, hasta alcanzar irremediablemente una escotadura que da paso a uno de los tramos destacables de la jornada, y desde donde ya vemos la alomada cimera de Gordón en la cordal de Michaoros que vamos a seguir.
Tramo muy bonito, donde el sendero, labrado y un poco volado, serpentea entre escarpados farallones calizos, por lo que, aunque no tiene dificultad, no está demás prestar cierta atención.
Senda que nos lleva a pasar junto a una curiosa formación rocosa colgada sobre el vacío, que nos llama poderosamente la atención y ya hemos bautizado como el "Paso del Gorila Vigilante", por la similitud con dicho animal y que no quita ojo de las Ubiñas.
Y es que menudo balcón en el que nos encontramos, con espectaculares vistas sobre el Valle de Ricabo y hacia Ubiñas.
Sin duda, estamos en uno de los sectores más destacables del itinerario de hoy.
Descendemos ya por terreno más amable hacia Gordón, divisando bajo nosotros la pista que sube al Puerto de Villamarcel por La Bobia, vía más habitual para llegar al Puerto de Cuañana o Canchongo.
Total que caemos al collado de Gordón (1419 m) donde, vista atrás, vemos los escarpes calizos por los que acabamos de cruzar y que nuestra senda sortea de manera muy hábil.
Ya le estamos dando la vuelta al Valle de Cuañana por su margen derecho y sobre esta cordal de Michaoros, desde la cual vemos, en el otro margen y en las laderas del Faidiellu, los pliegues calizos de Las Sierras, que hemos cruzado hace unas horas desde Pando, un poco más a la derecha.
Remontamos entonces escasos metros por la alomada cota de 1427 m de Gordón, donde el sendero se desdibuja un poco entre el monte bajo y nos lleva a cruzar por entre una mata de acebos.
Para salir a una planicie donde nos encaramamos a una pequeña prominencia, con unas vistas imponentes sobre el Valle de Quirós y hacia el Aramo, montes de Lena, Ubiñas...
Bajo nosotros las dos jorobas calizas de Pandiellas, a donde tenemos que descender. Por detrás, la Mortera de Villamarcel.
Una última mirada hacia la cabecera del valle para despedirnos de Duernas y el Solpicu.
Y descendemos a Pandiellas (1367 m), dejándonos caer hacia la derecha por lo que antaño fueron prados, hoy ya en abandono.
La senda se desdibuja, pero sólo debemos perder metros hasta encontrarla más marcada y llegar, en nada, a la buena Fuente de Pandiellas (1339 m).
Comienza nuestra senda un descenso hacia la próxima Vega Ordiales.
Descenso muy chulo donde el camino labrado conserva empedrado.
Tras una zona un poco tomada, caemos a la preciosa Vega Ordiales (1300 m), vega que cruzamos hacia la pequeña prominencia que la cierra al Oeste donde, sin ascenderla, debemos buscar el sendero por su izquierda.
Marcado senderín que corta por la vertiente occidental de esa cota.
Y que nos saca a las antiguas fincas de Chinares (1276 m), donde retomamos el rumbo noreste a lomos de la cordal.
Las apabullantes vistas son una constante.
De Chinares, debemos continuar perdiendo altura hacia la Mortera de Villamarcel, donde enlazaremos con la pista que sube al puerto tras rodear la amplia finca de Los Ferreros, que vemos abajo.
Pero antes, una parada junto a la arreglada fuente de Los Tornos, que esta vez encontramos sin agua. No así otra que encontraremos un poco más abajo, justo antes de caer a la parte izquierda de la finca de Los Ferreros (1174 m).
Desde donde tenemos unas espectaculares vistas del Valle de Quirós dominado por las sierras del Gorrión, Caranga y Tene.
Es aquí que barajamos la posibilidad de buscar un sendero en las inmediaciones, que desciende por la vaguada del reguero de Carrocéu en busca del fondo del Valle de Cuañana, pero los días son cortos y es hora tardía para meternos en terreno desconocido.
Así que bordeamos Los Ferreros hacia el Sur y de cara a una impresionante Peña Rueda a la que no nos cansamos de fotografiar.
Nos despedimos por lo tanto de la cordal de Michaoros para salir a la pista que sube al puerto desde Villamarcel y por la mortera.
Pista que recorremos unos 500 m y abandonamos en una curva a izquierdas, tomando el camino antiguo que desciende al pueblo por la derecha y señalizado con un jito.
Antiguo camino que esta vez encontramos limpio y desbrozado, al contrario que en la otra ocasión, que fue un dolor bajar por aquí.
Ya vemos cercana la localidad de Villamarcel, a donde tenemos que llegar.
Y cruzamos por una entalladura; guapo paso donde se aprecia el antiguo empedrado del camino.
Perdiendo altura con fuerza, descendemos muy cómodamente por una zona que, en la anterior ocasión, encontramos realmente tomada.
Así, tras pasar junto a la fuente y depósito de aguas, entramos en Villamarcel por su parte alta (833 m). Aquí debemos girar a izquierdas, manteniéndonos por esta parte alta del pueblo; hacia el Norte y obviando los ramales que asciendan por la izquierda a las casas más altas, siguiendo la señalización del GR-207 Ruta de las Reliquias, aunque nosotros aprovechamos para caleyar un poco por la aldea.
Conserva Villamarcel algún elemento tradicional de interés, como esta casa de los Terrero.
Retomamos el itinerario del GR, para llegar al cruce donde debemos tomar el ramal derecho que desciende sentido Arroxo, como indica la señalización, aunque ésta puede estar girada y llevar a equívoco. Sin embargo nosotros tomamos momentáneamente el ramal izquierdo.
Para alcanzar, en escasos metros, lo que queda del caserón y capilla de Bernardo Terrero "El Marquesito de Oro"
Hacendado quirosano, amasó una gran fortuna cuyo origen tuvo tintes legendarios que la relacionaban con el hallazgo de un gran tesoro.
Merece la pena hablar un poco de este personaje.
Bernardo Terrero Valdés Peón y Bolde de Leyva, señor de Quirós, el hombre con más fincas y propiedades en el concejo, el noventa por ciento era suyo.
Nos cuenta al respecto Roberto F. Osorio en un artículo de La Nueva España:
[...]
El día 26 de septiembre de 1889, [...], era enterrado en Nimbra uno de los hombres mas ricos, poderosos y enigmáticos de Asturias. Un rico terrateniente rural, modesto y aldeano, que vivió con discreción amasando una gran fortuna en oro y fincas. Después de más de un siglo su historia perdura viva en las conversaciones de la mayoría de los vecinos del concejo y de otros limítrofes.
El origen de su gran riqueza parece ser, según una leyenda popular, una gran «chalga» que encontró un criado en la zona de Gordón, en el puerto de Villamarcel. Allí, una vaca acostada en un prado se levantó con un extraño color en su cuerpo. Excavaron el lugar y se encontró un gran tesoro. Esta creencia fue muy difundida en muchos sitios de Asturias, y sobre todo en Quirós, por los grandes patrimonios para justificar su origen. Otro rumor popular habla de un galeón proveniente de América que venía cargado de oro. Un ancestro de Bernardo Terrero junto con otros habrían sustraído dicho cargamento, parte del cual se escondió en una cueva en la zona de Remichares, cerca de Nimbra. Después ya compraron casa en Villamarcel y sigue la historia.
El verdadero origen del patrimonio viene de las herencias, según atestiguan documentos del Museo Etnográfico de Quirós. Allí aparecen testamentos de su padre, abuelo y bisabuelo que legaban ya grandes cantidades de reales y fincas. La leyenda muere, así, aplastada por un gran legado en documentos.
[...]
Otorgó favores y concedió préstamos. Controlaba los alistamientos para el Ejército. Muchos quirosanos obtuvieron buenos destinos o se libraron gracias al dinero que les prestó el hacendado de Villamarcel. Eran aquellos tiempos en que se redimía el servicio militar pagando o sustituyendo por otro mozo. Alimentó a familias y pueblos. Vivía de la tierra. Más de 25.000 duros en rentas al año. Sus posesiones llegaban a Madrid. Se decía que podía ir a la capital y dormir siempre en una de sus propiedades. Su poder económico y político era inmenso. Su palacio constituía un foco de atracción para los ladrones, que en varias ocasiones intentaron entrar. En una de ellas se marcharon con las caballerías cargadas de doradas monedas y joyas, aunque según don Bernardo, «gracias que no dieron con el principal». La instalación de unos altos hornos y las minas de carbón le trajeron algún quebradero de cabeza. No se opuso radicalmente, pero tampoco le beneficiaban, pues los aldeanos ya podían ganarse el jornal y no necesitaban sus préstamos.
Su discreción y modestia rayaban el extremo. Vestía como uno de sus vecinos. La boina, las madreñas o la pana eran su indumentaria aun cuando acudía a Oviedo. Su vestimenta inducía a equívocos, hay multitud de anécdotas sobre ello. Un vinatero nuevo solicitó ayuda a un criado que estaba en la casa. Probaron el vino a escondidas y cuál no sería su sorpresa cuando le hizo llamar el señor, resultando ser éste el que creía era un criado. Pero sin duda la confusión más grave fue con ocasión de la subasta de los terrenos del monasterio de La Vega en Oviedo. Acudieron a dicho acto muchos potentados para hacerse con la propiedad, entre ellos un aldeano discreto y callado. Cuando don Bernardo vio que la puja iba a finalizar, alzó la voz para elevar la cantidad. Los demás subasteros lo tomaron por loco, pues su indumentaria no era muy propia para la ocasión. Se acercó el quirosano y ofreció pagar el precio en oro, plata o cobre. Dejó estupefactos a todos los concurrentes. Luego, en un alarde de orgullo, regaló la finca al Estado. Según una carta firmada por el propio Bernardo, parece ser que fue acusado de ayudar a la causa carlista y condenado a la requisa de todos sus bienes y su destierro. Pero, como refleja la misiva, al final lo arregló «con mi amigo el ministro de la Guerra», por ese motivo entregó los terrenos de Oviedo que fueron destinados a una fábrica de armas. Favor por favor.
Nació y murió en Villamarcel (1806-1889). Fue caballero de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza y ocupó cargos de vicepresidente, consejero, vocal y diputado en el Consejo Provincial. Muere soltero, pues su madre no le deja casarse con una muchacha pobre del pueblo de Veiga. Sin descendencia, su incalculable fortuna fue repartida entre mayordomos, criados y el albacea, que se llevó la mayor parte de los bienes. Cuentan que la noche de su muerte los criados bajaron con una caravana de mulas cargadas de oro hacia Bárzana.
Sus dos testamentos, uno abierto y otro cerrado, otorgados en 1885-89, dan pistas de sus propiedades en Quirós, Lena, Carreño, Grado, León. Los tres curas que oficiaron su funeral se llevaron 6.000 reales, además de dar de comer a todos los asistentes al oficio. Era una costumbre muy arraigada en el concejo que se diera de comer a los asistentes a un funeral. Dejó mil misas pagadas a dos pesetas cada una.
Reparte a sus ahijados, sobrina, criados y otras personas más de 60.000 pesetas. Además, dona objetos y bienes a colonos y ganaderos. A un herrero le deja en herencia la fragua en la que trabajaba. Una escribanía de plata a un abogado consultor. Los más beneficiados fueron los que tenían vacas «a comuña», una figura de préstamo que consistía en dar una vaca a un ganadero repartiendo las ganancias de las crías a porcentaje. Estos obtuvieron de Terrero la propiedad de esos animales prestados, e incluso permitió a otros pobres escoger animales de la propia cabaña de don Bernardo. Caseríos íntegros y prados pasaron a manos de los colonos que los llevaban. Condona deudas y deja el encargo de una compra de 15.000 pesetas en maíz para los pobres del concejo si la cosecha es mala.
Sin embargo, el grueso de sus bienes se los lleva Manuel Nieto, albacea y tutor patrimonial de Terrero, que obtiene más de cuatro millones de pesetas en bienes y propiedades, como Cueva Palacios, en los puertos de Agüeria, o el coto de Lindes (Quirós) (en 20 años no se alteraría la renta si celebraban los colonos una misa en el aniversario), la Quinta del Obispo y Los Arenales en Oviedo, además de casas en la propia capital. Manuel Nieto era hijo del escribiente de Terrero, Bernardo. Fue presidente de la Diputación Provincial después de heredar la fortuna. Pero también heredaron otros Nieto los bienes de Villamejín. Cuenta un viejo dicho quirosano que «Terrero no tenía hijos, pero heredaron los Nieto», en referencia a su albacea. Pero no sólo ellos, pues otros potentados de Quirós se llevaron parte de la tajada del patrimonio. Los Quintana se llevaron el Coto de Bueida que había comprado Terrero al Barón de Eroles. Los Miranda García-Sampedro de Ricabo obtuvieron numerosas fincas en el pueblo, pues eran administradores del rico de Villamarcel en las fincas de la zona. Los Viejo se llevaron propiedades en Arrojo. El pastel de reparto era tan cuantioso que dejo a muchos con buenos beneficios. Los antiguos rumores cuentan que Bernardo Terrero estuvo varios días muerto en casa para arreglar la distribución convenientemente. Se cuenta de condonación de deudas en el último momento para acallar bocas y tapar ojos. El dinero todo lo puede y todos los quieren. Ya lo decía Quevedo: «Poderoso caballero es Don Dinero».
Dejó también instituida una escuela de primera enseñanza para niños en su pueblo natal y en Villamejín (Proaza), con una renta de 5.000 pesetas anuales. La conversión de su reparto patrimonial en dinero actual equivaldría a varios cientos de millones de euros, teniendo en cuenta que un obrero ganaba en aquella época cuatro reales al día, algunos incluso trabajaban sólo por la comida.
El 26 de septiembre de 1889, la iglesia de San Vicente de Nimbra tenía el aforo completo. Nadie quería perderse el funeral con más boato que vivió el concejo en siglos[...]. Allí había ricos señores como todos los prohombres del concejo, familias adineradas como los Miranda, Quintana, Viejo. Políticos, no en vano estuvo en la Diputación regional en diversos cargos. Sacerdotes, cuentan las crónicas antiguas que hasta veinticinco sacerdotes estuvieron en Nimbra. Era un hombre religioso que apoyó a la Iglesia.
El edificio parroquial de Nimbra fue costeado con su patrimonio, sus rentas de un año. Tiene planta de basílica acorde con la relevancia de su mecenas. Cientos de colonos, arrendatarios y vecinos de todos los pueblos estaban presentes. Muchos tenían deudas con Terrero y otros debían favores de distinta índole. Con él desapareció el hombre y nació la leyenda sobre el destino y la ubicación de un tesoro dorado repartido en distintos lugares de su palacio. Comenzaron a aparecer monedas en dobles fondos de armarios o mesas. Monedas escondidas en paredes y suelos. No se respetó ni siquiera una columna que está sobre su tumba. La imaginación y la creencia de la existencia de ese gran tesoro alimentaron las mentes de muchos vecinos del propio pueblo, Villamarcel, y de otros.
Su caserón, abandonado por su señor, fue perdiendo su esplendor y prestancia. Pasó por varios dueños y arrendatarios, fue escuela y salón de baile para acabar reducido a un montón de ruinas. Sus paredes y suelos estaban horadados por doquier. Se buscaba el tesoro en cualquier estancia. Todo ello provocó su creciente ruina, hasta que el Ayuntamiento se vio obligado a derribar lo poco que quedaba, pues era un peligro para los vecinos. El día de su derribo los curiosos todavía esperaban ver aparecer esos cofres llenos de metales preciosos. Lo único que aparecieron fueron piedras y barro. Así murió la leyenda del tesoro de Terrero.
Nosotros, con gran interés en temas históricos, no perdemos detalle.
Abandonamos entonces Villamarcel rumbo a Cuañana siguiendo los pasos del GR-207.
Pero he aquí que nos espera un tramo infernal al llegar a la altura de las fincas de Tejeras.
Nos encontramos con que el camino está impracticable por la caída de árboles y ramas debido al reciente temporal.
Realmente impenetrable, debemos abrirnos paso como podemos; la vuelta atrás no es opción.
Y es que menuda devastación; talmente parece que estamos viendo las consecuencias de una onda expansiva.
Fozando como jabalís, llegamos a las cuadras de Melandrosos en las Brañas de Trespandu.
Aunque también nos podemos relajar en algún tramo que se conserva limpio, pudiendo admirar la belleza de un trayecto que, en condiciones normales, es de lo más guapo y discurre entre esbeltas hayas y centenarios castaños.
Pero poco dura el relax cuando debemos nuevamente superar obstáculos.
Y es que cuando parece que se acabaron las penurias...
...debemos saltar a una finca adyacente ante la imposibilidad de continuar por la senda y viendo ya muy cerca Cuañana.
Será el último obstáculo cuando "limpiamente" alcanzamos el cruce de Tejera.
Para caer al Reguero de Cuañana que cruzamos por un puente, pasando a continuación junto al lavadero.
Entrando así en Cuañana y finalizando esta bonita ruta con un remate movidito.
Nos comentaran los vecinos que en unos días hay intención de despejar ese camino, así que suponemos que a la hora de hacer este reportaje ya estará practicable.
Os dejamos el perfil de elevación.
En primer lugar bienvenidos de nuevo y Felices Fiestas.
ResponderEliminarLa ruta es toda una preciosidad de pàisaje, vistas y datos historicos. Sois unos fenomemenos, en vuestras descripciones.
Un saludo y un abrazo para los dos
Feliz Año Nuevo Sebastián!!
EliminarMuchas gracias y sólo decirte que es una maravilla de circuito, que puedes ampliar con multitud de posibilidades; muy recomendable.
Un fuerte abrazo!!
Buenos días
ResponderEliminarEstes fotos de la braña son tan hermosos. Leo de otra braña y el artículo también menciona las llaves esquineras. ¿Cuál es el significado de este término?
¡Gracias por el reporte tan informativo!
Hola Rachel. Ante todo, gracias por pasarte por aquí.
EliminarEl término de llaves esquineras hace referencia precisamente a eso, a las esquinas de esas construcciones que, en este caso y como podrás observar en las fotos,están más trabajadas que el resto de muros. Fíjate que la piedra está canteada en forma de sillar cuadrado.
¡Un saludo!