De los Molinos de Corroriu a Coañana desde la Vega de Arrojo.
Circuito por la Cortina de Llanumonte y GR-207 Ruta de las Reliquias.
El concejo de Quirós, territorio de orografía muy accidentada, conformado por el valle del Río Ricabo y el del Lindes, cuyos cursos fluviales nacen a los pies de las alturas del Macizo de Ubiña, uniendo sus aguas en Santa Marina y formando un único valle por donde desciende el Río Quirós, río que aguas abajo cambia su nombre por el de Trubia.
Importantes cordales delimitan muy marcadamente el territorio quirosano: por el Sur, las cúspides del citado Macizo de Ubiña con alturas de más de 2000 m, por el Este, la Sierra del Aramo y, al Oeste, cierra el valle la cordal de Sobia, confluyendo las estribaciones de ambas alineaciones en el desfiladero de Valdemurio, entrada natural al valle por el denominado Canalón
de La Fistiella.
Gran parte del municipio está declarado paisaje protegido, ocupado por amplias manchas boscosas autóctonas de roble, haya, castaño, acebo, abedul y tejo.
Conserva Quirós entre sus montañas, en las que se integra un paisaje rural bien conservado, un rico patrimonio histórico y tradicional, del que hoy vamos a dar unas pequeñas pinceladas.
De origen muy antiguo y con importancia militar durante las invasiones musulmanas, perteneció Quirós por completo a la Mitra Ovetense, encomendando el feudo a la muy poderosa familia Bernaldo de Quirós, quienes ejercieron un dominio del señorío mediante sumisión y vasallaje, rigiendo los destinos de vidas y haciendas, hasta el S.XVI, cuando la donación a Felipe II, por parte del obispado, lo convierte en territorio de realengo, teniendo sus gentes capacidad de elegir a sus representantes y regidores. De este modo seguiría hasta que los habitantes del concejo compraron su libertad con la nada despreciable suma de doce mil maravedís y medio por cada uno de sus 394 moradores, aunque, como en tantos lugares y por mucho tiempo, seguirá influyendo decisivamente la nobleza local en la gestión del territorio; tiempos durísimos de lucha con la tierra y contra los elementos. Unos tiempos en los cuales los quirosanos lograron aprovechar un cien por cien de todos los recursos naturales que tenían a su alcance.
Cartografía IGN 1:25000 Hojas 52-4 y 77-2 |
Cota mínima: 395 m.
Cota máxima: 788 m.
Desnivel máximo: 393 m.
Desnivel acumulado: 570 m.
Distancia: 10,5 km.
Tiempo: 5h (Con las paradas).
Inicio/Fin : Vega de Arrojo.
Desnivel acumulado: 570 m.
Distancia: 10,5 km.
Tiempo: 5h (Con las paradas).
Inicio/Fin : Vega de Arrojo.
Siguiendo la AS-229 -en nuestro caso vía Proaza- entramos al concejo de Quirós por el desfiladero y embalse de Valdemurio, para llegar en algo menos de 5 km a Veiga, lugar de la parroquia de Arroxo, donde dejamos los coches en un espacio habilitado para ello, a la entrada del pueblo y junto al albergue.
Veiga de Arroxo o Vega de Arrojo (395 m), como su nombre indica, se sitúa en una fértil vega que ocupa el fondo del valle por donde desciende el Río Quirós, el cual cruzamos por un puente, así como la Senda del Oso, que por aquí pasa, tomando al momento la carretera que por la derecha sube a Turiezo y Villagondú, nuestro primer destino.
Carretera que abandonamos a los pocos metros al ver la señalización de la ruta que hoy nos atañe, en favor del camino que asciende por nuestra izquierda hacia Villagondú.
Se trata del antiguo camino usado para comunicar con Villagondú antes de la construcción de la carretera.
Senda que toma fuerte pendiente con vestigios de empedrado y que ya se ve en desuso, aunque nosotros la encontramos relativamente limpia y con el paso franco.
Si no fuera así, siempre está la opción de subir por la carretera dando un pequeño rodeo.
Y en nada nos aupamos a Villagondú o Villabondú (490 m), lugar también perteneciente a la parroquia de Arroxo.
Y por donde continuamos viendo señalización al respecto de nuestra ruta y hacia nuestra siguiente referencia a alcanzar, Fresneo.
Pequeña aldea esta de Villagondú, que conserva algunos ejemplos de arquitectura tradicional, situada bajo la peña del Cotu Negru en el arranque meridional de la Sierra del Gorrión y con buenas vistas a la Sierra del Aramo, que cierra el otro margen del Valle de Quirós.
Como curiosidad, cuentan los más viejos, que aquí se trajo una panera del desaparecido pueblo de Mingoyo, cuyos habitantes fueron todos muertos en oscuras circunstancias allá por el XIX, misterio aún sin resolver.
Abandonamos entonces Villagondú por su parte meridional tomando el camín que conduce a Fresneo.
Amplio camino tradicional y empedrado, de importancia desde muy antiguo, que bordea el extremo meridional de la Sierra del Gorrión y por el que transitamos cómodamente en ligero ascenso, donde la señalización no falta, aunque es bien evidente.
Hacia atrás, las vistas se van abriendo hacia un Aramo que se yergue majestuoso sobre el margen oriental del valle. Visión que será prácticamente omnipresente en todo el recorrido de hoy.
Y, por nuestra izquierda, abajo queda la hondonada del valle de Fresneo, donde se encuentran los molinos de Corroriu, arroyo que desciende por la angostura que vemos al frente, en estas estribaciones de Sobia que hoy recorremos.
Tampoco el camino está exento de distracciones en las que hay que fijarse. No hay prisa, no somos precisamente de andar a la carrera y sujetos a las "estadísticas".
Así entramos en Fresneo, por su parte alta y justo al entroncar con la pista que, por Valle Castro, baja de Chendeneva y otras brañas cerca de las cumbres de la Sierra del Gorrión.
Fresneo/Fresnéu o Fresnedo (575 m).
Aldea perteneciente a la parroquia de Casares, que iremos recorriendo en descenso en busca del fondo del valle.
Con calma, sin perder detalle, pasamos junto a la fuente-abrevadero.
Con sus casas tradicionales donde, entre otros elementos, destacan las cilíndricas estructuras de los antiguos hornos para hacer el pan.
Destaca también Fresneo por ser uno de los últimos lugares donde aún se produce el afamado queso de Bota.
Aldea ya citada allá por el año 981, con todo el encanto de un pueblo que se mantiene fiel a sus orígenes y donde aún se cultiva la escanda, cereal de montaña parecido al trigo.
En la cabecera del valle de Fresneo, las imponentes peñas del Pousaoiro y los picos de la Rasa Mingoyo. Entre esas peñas serpentea una preciosa senda labrada desde la que se tienen unas vistas espectaculares sobre el valle, senda que recorrimos el año pasado y fue el comienzo de una delicada aventura que podéis ver AQUÍ.
La señalización nos indica que vamos por el buen camino hacia nuestro principal objetivo, que ya está bien próximo; después, Faedo.
Abandonamos entonces Fresneo por la carreterina que, cruzando el arroyo homónimo, cambia al otro margen del valle y conduce a la citada localidad de Faedo.
Carretera que desciende entre la frondosidad de centenarios castaños.
Y, en nada, la abandonamos al ver el panel informativo e indicador de que hemos llegado a los Molinos de Corroriu.
Lo primero que nos recibe es un enorme castaño con una corra a sus pies, donde se recogían las castañas y, durante un tiempo en el otoño, se secaban para luego llevarlas a casa. De hecho las castañas fueron parte importantísima de la dieta de los quirosanos -y de tantos lugares de Asturias- en épocas de escasez.
Por ello los castañales eran árboles muy cuidados para que su producción fuera buena.
Tener un monte de castaño era un signo de riqueza.
Molinos de Corroriu (520 m).
Se trata de tres molinos hidraúlicos donde se molía la escanda y más tarde el maíz, alimentados por el arroyo Corroriu cerca de su mecedura con el Fresneo, con un sistema de canales y esclusas que dan paso al agua de uno a otro.
Primero los dos más altos, que se encuentran muy juntos.
Estos son molinos pequeños, de una sola muela, aunque en el concejo los hubo de dos y de tres, incluso uno de cuatro, que se encontraba en la parroquia de Bárzana, el Molinón.
Aunque no se conoce la fecha exacta de su origen, se sabe de su funcionamiento en el S.XVIII, pues ya el Marqués de la Ensenada en su Catastro (1752), cifraba la existencia de 66 molinos harineros en el concejo, aunque el número descenderá sensiblemente a lo largo de siglo y medio.
Podemos apreciar dentro de la estolda o infierno el rodezno que impulsa la muela.
En éste nos llama la atención la cruz pintada en la puerta, de la que desconocemos su propósito o significado.
Y el puente de madera, que salva el Arroyo Corroriu.
No hubo suerte, porque el arroyo bajaba con poca agua y, al ser ésta gran protagonista, en épocas de abundancia tiene que hacer del sitio un lugar aún más espectacular de lo que ya es.
Y es que, entre centenarios castaños, es un rincón idílico al que bien merece la pena acercarse.
Una delicia perder un buen rato aquí.
Nos acercamos al tercer molino siguiendo la canalización que lo alimenta con sus esclusas, y donde el camino continúa rumbo a Faedo por su derecha.
Tercer y último molino.
Todos ellos fueron rehabilitados en los años 90 y, al parecer éste, debido a su estado de completa ruina, requirió un trabajo de restauración muy laborioso.
Sin duda, recomendamos la visita dado el gran valor etnográfico y natural del lugar.
Abandonamos entonces el enclave de los molinos, continuando por la senda que sale a la derecha del último ingenio hidráulico.
Un tramo muy guapo que discurre por la frondosidad del bosque.
Entre ejemplares de castaños de muy buen porte, por donde veremos alguna que otra corra.
Se trata del antiguo camín de El Castañeo que llega a Faedo.
Buenas vistas tenemos ya a la imponente Sierra del Gorrión donde, colgada de sus laderas, se asienta Villagondú. Más atrás, asoma la Sierra de Caranga y, separada por el collao Aciera, la de Tene a la derecha.
Con zoom y al otro lado del valle al que estamos dando la vuelta, Fresneo,
También la Sierra del Aramo, con el Pelitrón, Champaza y Peña de Alba.
Así llegamos a Faedo/Faéu (536 m), recibiéndonos el buen tejo que se encuentra junto a la Capilla del Santo Ángel de la Guarda.
Al fondo destaca la peña caliza del histórico Castillo de Alba.
De corta nave y presbiterio, la capilla del Santo Ángel, es uno de los elementos más interesantes de esta aldea de Faedo. Aldea también perteneciente a la parroquia de Casares, y que se encuentra colgada en la vertiente del Formigueiru que cae al valle de Quirós.
Curiosos mininos nos observan.
Fijándonos en detalles de esos que te hacen llegar a casa con una cantidad ingente de fotos.
Y así vamos caleyando buscando la parte más alta de esta empinada aldea que rezuma sabor tradicional, pasando junto a una casona donde nos llama la atención un curioso vano que, originalmente, creemos formaba parte de una capilla de ánimas, de las que se colocaban en los caminos.
Y ya en la parte alta, buscamos la salida a la carretera que desde San Salvador llega a Fresneo.
Aquí en Faedo, podríamos ceñirnos al circuitillo más habitual y descender ya a Veiga, para finalizar la ruta, pero vamos a exprimir un poco más el paseo, que es temprano.
Así que tomamos la carretera en ligero ascenso sentido Fresneo, y pocos metros llevamos cuando la abandonamos en favor de una pista que, por la izquierda, asciende junto al depósito de aguas (594 m). Pista terrera que en breve se bifurca a la altura de un nuevo depósito de aguas y lo que parece una cantera (620 m), tomamos una vez más el ramal izquierdo que asciende; por el otro podríamos llegar a las antiguas minas de hierro de Los Llamargones y enlazar con el ancestral camino que comunica con Fresneo de Teverga, devolando la Sierra de Sobia.
Toma entonces el camino mas fuerte ascenso.
Ascenso por la Cortina de Llanumonte que se lleva muy bien, y donde la pista supera la pendiente en amplísimas "zetas" para luego suavizar.
Con muy buenas panorámicas; en este caso al valle de Fresneo, aldea que ya va quedando muy abajo a los pies de las Sierra del Gorrión y los picos de la Rasa Mingoyo.
Pista esta que se puede hacer un poco tediosa, pero no está hormigonada y las vistas del Valle de Quirós son excepcionales.
Nuevamente no quitamos ojo a la Sierra del Aramo, donde destacamos su cota más alta, el Gamoniteiru con sus antenas, así como la aledaña Sierra de Tene, hacia la izquierda.
Soslayando robles y castaños saldremos a zona más abierta.
Por donde la vista alcanza hacia la cabecera del valle.
Y un poco de detalle a la localidad de Salceo, en la ladera que decae de la Peña de Alba en la vertiente del Aramo. Destacando la Peña Podre y Gamoniteiru por detrás.
Justo en nuestra vertical, la roquera fortaleza de Alba, donde se puede apreciar el boquete en sus muros a causa de un derrumbe acaecido hace poco y que luego comentaremos, pues por ahí vamos a pasar.
Abajo en el fondo del valle, San Salvador.
Total, que vamos bordeando cómodamente esta vertiente del Formigueiru hacia la vaguada del reguero Carcabón, que decae entre este pico y el Pico la Cerra, que vemos al frente. Toca estar atentos.
Al llegar a una mancha arbolada en la cabecera de la vaguada vamos a fijarnos que, por nuestra izquierda, se adivina la ancha traza de un camín que desciende y precisamente dibuja el mapa topográfico (788 m).
Vamos a cogerlo, a ver qué tal se da el tema para caer a Coañana, pues se debe tratar del camino antiguo. No es necesario, y lo más cómodo sería continuar por la pista que desciende hacia la aldea, aunque menos vistoso.
Nos adentramos en la frondosidad de un robledal en un entorno bien guapo.
Por donde el camino, ya en completo abandono, desciende serpenteante, pero aún se deja transitar sin problema.
Hasta llegar a un cortado infranqueable sobre el reguero de Carcabón, que la senda salva haciendo un torno a izquierdas y vemos que continúa por el otro margen.
Cruzamos entonces el barranco y el lugar no puede ser más guapo; menudo descubrimiento, manteniéndose la traza bastante marcada.
Ligero ascenso para pasar junto a una solitaria cuadra que, como vemos, vivió tiempos mejores.
Y continúa el camino por un entorno precioso.
Así llegamos a una portilla que da paso a una pradería, por la que parece continúa la senda, pero por su derecha también hay otra, que nos da es la principal y es la opción que nosotros tomamos, aunque puede ser un poco más incómoda.
Cualquiera de las dos variantes es válida pues van a confluir a la altura de una segunda portilla que cierra la pradería por su otro extremo.
Recorremos escasos metros donde la senda pierde entidad, para auparnos a la campera entre fincas de El Chanu Llanezuga (747 m), y vemos que hay buen acceso desde la pista que hemos abandonado, por lo que tenemos la opción de ganarla nuevamente.
Aunque nosotros descartamos esa opción y, manteniendo el rumbo que traemos, cruzamos la campera para continuar por el camino viejo.
Camino en esta parte ya más tomado pero que todavía se deja recorrer -a ver lo qué dura- y que nos desciende a lo que queda de las cuadras de Llanezuga (723 m).
A partir de las cuales, y entre las fincas de Tresolar, desciende el camino ya empedrado con decisión y fuerte pendiente, osea muy pindio, lo cual exige cierta precaución si dicho empedrado, en algunas partes sobreexcavado por el agua, estuviera húmedo, como fue el caso.
Poca gente debe pasar ya por aquí
Sin mayor novedad entramos en Coañana o Cuañana (615 m).
Con ésta, ya son unas cuantas veces que estamos aquí, pero es una aldea que nos gusta mucho.
Lo primero que hacemos es abandonar momentáneamente el núcleo de la aldea por su parte meridional, cayendo así a la caleya por donde viene el GR-207 Ruta de las Reliquias desde Villamarcel, para acercarnos en rumbo suroccidental y poca distancia a la encrucijada del El Palacio.
Y, por supuesto, sin dejar de probar y renovar el agua en la buenísima fuente-abrevadero de El Duernu la Reguera, que se encuentra a la vera del camino.
En nada, la encrucijada de El Palacio (600 m).
Este sería el punto a donde habríamos llegado de haber seguido por la pista; de frente continúa el camino a Villamarcel, por donde viene el GR-207.
Topónimo este de El Palacio que no puede ser más acertado, pues ante nosotros todavía se distingue lo que queda de una casona señorial.
Sólo se mantiene en pie la fachada principal, donde se adivinan buenos sillares, un par de vanos adintelados con antepecho moldurado y el arco de medio punto con grandes dovelas de la entrada principal. No creemos sea una construcción más antigua del S.XVII.
Volvemos entonces sobre nuestros pasos a Coañana; personalmente nos parece una aldea preciosa, en un enclave de postal.
Merece la pena callejear por el pueblo, pues tiene gran riqueza de arquitectura tradicional con muchos detalles de interés.
Como son sus hórreos y paneras, de los que hay en buen número.
Con sus liños ricamente tallados con motivos vegetales y puertas decoradas con tetrasqueles, flores de ocho pétalos, pinturas, etc.
La iglesia, dedicada a Santiago, cuyos orígenes se remontan al siglo IX cuando ya aparece citada en documentos del año 891, aunque el edificio que hoy vemos data del XVIII.
Y el Pico la Cerra, sobre cuyas laderas descansa esta aldea.
Pero uno de los edificios destacables de Coañana es El Corralón.
Se trata de una antigua y soberbia casona perteneciente a los Álvarez del Manzano.
Donde el mayor interés del inmueble se encuentra en la entrada principal, con su arco adovelado sobre el que vemos una inscripción, que nos indica que esta casa fue reedificada por Nicolas Álvarez del Manzano y su esposa María Álvarez Cienfuegos en el año 1832.
De origen más antiguo, es posible que del XVII, lo más significativo reside en que encima de la inscripción se encuentran las armas de los todopoderosos Bernaldo de Quirós, por lo que probablemente el caserón pasó a manos de los Álvarez del Manzano más tarde. Curiosamente el blasón está al revés .
Y es de recibo mencionar a la Casa de los Bernaldo de Quirós, pues la historia de esta familia va íntimamente ligada a la del concejo.
De origen antiguo y un poco incierto, formaban parte inicialmente de la baja nobleza, comienzan un ascenso social casi desde el primer momento, hasta convertirse en el S.XVI en una las casas más importantes de la nobleza asturiana, teniendo asiento permanente en la Junta General del Principado. Encomenderos de la Mitra de Oviedo, la legítima propietaria de estas tierras que ellos gestionaban, tuvieron un ascenso meteórico sobretodo en el S.XIV, cuando tomaron parte por el bando de Enrique de Trastámara en la guerra civil contra su hermano Pedro I, que ya imaginamos quién ganó.
Leales a sus señores, grandes guerreros, despiadados y ambiciosos, los Bernaldo de Quirós siempre supieron jugar muy bien sus cartas; la simbología de su escudo de armas ya nos habla de ello:
En el centro dos llaves entrelazadas, que simbolizan la entrega de las fortalezas ovetenses a Enrique II de Trastámara como acto de vasallaje. Rodeando a éstas, veinticuatro medias lunas, referentes a otras tantas batallas en las que participaron contra el moro invasor.
Justo al lado del caserón, entrando por una callejuela, se encuentra una casa cuya galería, puertas y escalera de acceso, han sido hábil y caprichosamente talladas por su propietario.
Tenemos que indicar que Coañana es lugar de grandes artesanos de la madera, como casi en todo el concejo, vamos.
Y más rincones de una aldea bien guapa a la que merece la pena acercarse.
Nos vamos, desde El Corralón, seguimos calle abajo fijándonos en las indicaciones del GR-207, que ya no abandonaremos y que nos lleva a pasar junto a la última casa, que resulta ser otro caserón del S.XVIII con capilla. Se trata de la casona de D. Rogelio, una vez más perteneciente a los Álvarez del Manzano, por lo que podréis imaginar la influencia local de esta familia.
Vemos una inscripción con una cruz sobre el portalón adintelado y bajo el alero de madera, donde se invoca a la Virgen y reza la fecha de 1781.
Y ya por ancho camino rumbo al Castillo de Alba.
Primero una bifurcación donde tomamos el ramal izquierdo.
Estamos el GR-207 Ruta de las Reliquias que sigue el trazado del histórico y ancestral Camín Real del Puerto Ventana, bueno, una variante, porque el principal iría desde Ronderos por Rodiles y Santa Marina.
Según la tradición, el Arca Santa entra a Asturias por dicho Camín Real del Puerto Ventana huyendo de las invasiones musulmanas y, tras cruzar Quirós, fueron custodiadas en la Capilla de Santo Toribio en el Monsacro, siendo en el año 808 cuando Alfonso II las traslada a su reposo definitivo hasta el día de hoy en la Cámara Santa de Oviedo.
Un tramo muy chulo que nos lleva a pasar junto a una solitaria cuadra, teniendo ya a la vista las peñas donde se encuentra el Castillo de Alba.
Llegamos así al collado que nos separa de las escarpadas peñas que custodian la inexpugnable fortaleza, y ya adivinamos en la distancia restos de muros.
De planta cuadrada con un torreón, desde esta privilegiada atalaya se controlaba el Valle de Quirós, así como el Camín Real del Puerto Ventana, con sus pasos por Aciera y Pandu la Mortera hacia Oviedo. Y es que su emplazamiento geográfico lo hacen altamente estratégico.
La entrada principal se ubicaba en este flanco oeste sobre los prados de Villavil. pero recientemente los muros se han venido abajo; 1000 años de antiguedad, 500 de abandono, y la desidia de la administración competente al no consolidar unas ruinas tan importantes en la historia del concejo, han sido factores poderosos para rematar a la fortaleza, justo cuando el Principado anunciaba la inclusión del Castillo de Alba en el Inventario de Patrimonio Cultural para su protección.
Antiguo Castillo de Alba
¿Qué te hicieron tus señores?
¿Por qué cubre de musgo tus murallas?
De origen incierto, parece ser que su fundación se debe a los primeros reyes asturianos a fin de defender el valle de las incursiones musulmanas.
Cayó, posteriormente, en manos del revoltoso conde rebelde Gonzalo Peláez, en el reinado de Urraca I de León. Conoció los avatares de la guerra durante el enfrentamiento del conde con el rey Alfonso VII de León, entre 1132 y 1138. Más tarde, este castillo pasó a pertenecer a la Iglesia de Oviedo por donación de Fernando II de León. En 1372 el obispo de Oviedo encomendó el castillo a Gonzalo Bernaldo de Quirós. Tenencia que disfrutarán muchos años, creándose una conciencia de propiedad que les hace tomar el título de "Castellanos del Alba". El concejo quedó ligado a partir de entonces a los Bernaldo de Quirós, quienes harán del castillo su solar, centro de poder y dominación.
Protagonista, nuevamente durante el periodo de anarquía y guerras nobiliarias que asolaron Asturias, ira perdiendo posteriormente su importancia, hasta su abandono definitivo cuando el concejo dejó de pertenecer a la mitra ovetense.
El bocado del derrumbe deja entrever la potencia de sus muros de 1,80 m de espesor.
Hace años estuvimos en él cuando aun conservaba la entrada con arco de medio punto, que se ha venido abajo, por lo que no quedan ya elementos de gran relevancia, salvo algunos lienzos y el aljibe de la fortificación. Además, el acceso a día de hoy, está muy complicado e infranqueable por zarzas y avellanos.
Es en estos prados de Villavil, con tan buenas vistas a Faedo, la Sierra del Gorrión y la de Caranga donde cuenta la leyenda que las huestes del rey Alfonso VII, al poner sitio al castillo, capturaron a algunos hombres del levantisco Gonzalo Peláez cortándoles manos y pies y cometiendo muchas otras barbaridades.
Tampoco está exenta la fortaleza, como tantas otras, de leyendas sobre tesoros ocultos y túneles secretos que comunicaban con el río.
Y así continuamos por buen camino en descenso hacia Faedo, volviendo a cruzar la riega del Carcabón.
Con un poco de zoom, divisamos en el fondo del valle la joya románica de San Pedro de Arrojo, cuya fecha de fundación no está clara.
Nuevamente en Faedo...
...buscamos las marcas del GR, que nos abocan al camino por el que continuamos hacia el fondo del valle.
Una vez más, divisamos Villagondú a los pies de la Sierra del Gorrión.
Camino empedrado con cierta pendiente donde hay que poner cuidado si estuviera mojado.
Y por donde alegremente nos saludan unos amigos que nos salen a recibir.
El camino empedrado da paso a otro de mayor entidad más cómodo.
Que desciende atravesando un precioso castañedo.
Y en nada caemos a Veiga.
Para cruzar el Rio Quirós...
...y llegar ya a las inmediaciones del albergue donde tenemos los coches, finalizando así un precioso paseo de lo más recomendable por tierras quirosanas.
Os dejamos el perfil de elevación.
¡¡Un saludo!!
Pues no esperaba yo este recorrido tan guapo y tan plagado de historia. Impresionante reportaje, os ha quedado de 10
ResponderEliminarGracias Yoni!! Pues sí, es un recorrido bien guapo y el camín antiguo que baja a Coañana creemos que te gustaría mucho, sobretodo, la parte del bosque; muy chulo.
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