jueves, 20 de octubre de 2016

Peña Portilla y Desfiladero de Los Calderones desde Piedrasecha (Luna).

Peña Los Machaos - Peña Portilla (Alto de la Viesca) - Desfiladero de Los Calderones.
Circular desde Piedrasecha (Luna).


(Desfiladero de los Calderones)

Esta vez nos vamos a la comarca de Luna en la vertiente leonesa de la Cordillera para, desde Piedrasecha y en circular, ascender a la cordal de la Peña Portilla o Alto de la Viesca, recorriendo también el espectacular Desfiladero de Los Calderones, en una jornada que estará marcada por la cerrada niebla que nos impedirá disfrutar de las maravillosas vistas que se pueden admirar desde estos altos, aunque bien merecerá la pena igualmente el esfuerzo, pues se trata de una ruta muy bonita y de gran interés histórico y geológico.
Histórico debido a la multitud de restos militares que encontraremos en este itinerario y que dan fe de los negros acontecimientos acaecidos en nuestra Guerra Civil; elementos defensivos con los que el mando republicano fortificó esta primera línea de montañas de la Cordillera, en un vano intento de contener el avance de las fuerzas nacionales.
Línea defensiva que formaría parte de la conocida como La Maginot Cantábrica.
También de gran interés geológico, pues el paisaje conformado por los pliegues de los estratos y demás formaciones calizas de la angostura del desfiladero de Los Calderones, consecuencia de la acción de diversos agentes geológicos y del karst a lo largo de millones de años, no nos dejará indiferentes; muy impresionante.

En época de lluvias y deshielo el Desfiladero de Los Calderones puede ser impracticable.

Cartografía IGN 1:25000 Hojas 103-3 y 129-1

Cota mínima: 1177 m.
Cota máxima: 1834 m.
Desnivel máximo: 657 m.
Desnivel acumulado: 750 m.
Distancia: 11 km.
Tiempo: 6:20 h (Con las paradas).


Primer sector: Piedrasecha - Peña el Palo - Peña los Machaos - Peña Portilla - Collado Tijero.


Procedentes de Asturias, abandonamos la AP-66 por la salida de La Magdalena/La Robla. En el desvío de Otero de las Dueñas, tomamos la carretera LE-4523 por la que llegamos a Piedrasecha, aparcando el coche en una plazoleta en la parte central de esta localidad (1176 m) perteneciente al municipio de Carrocera en la comarca de Luna y muy cerquita de León.
Un pueblo situado entre montañas que rebosa tranquilidad en perfecta armonía con el entorno.
Parece ser que su origen se remonta a la Alta Edad Media y, según cuenta la leyenda, debe su nombre a la lucha que mantuvieron las gentes de la zona contra el invasor musulmán.
Cuenta Mª Dolores Fernández Álvarez en su libro:
Al intuir que los moros querían conquistar dicho pueblo, estos bravíos hombres montañeses escalaron los riscos más altos de las montañas a ambos lados del camino que lleva al pueblo. Cuando divisaron a los moros que venían por el camino, empezaron a lanzar piedras y fue tal el aluvión de ellas, que los sarracenos emprendieron las retirada al grito de:¡Piedras echan! ¡Piedras echan!. De ahí el nombre de Piedrasecha.
Bueno, es una guapa leyenda pero el origen del topónimo pudiera venir de piedra secta, o lo que es lo mismo, piedra cortada.

Así que después de estos apuntes, nosotros a lo nuestro; el día se presenta muy nublado y empezamos a caminar buscando la parte alta del pueblo.

Salimos de esta guapa localidad con rumbo Oeste por una pista terrera que tendidamente nos llevará a recorrer las Vegas de Villar y que comunica con la cercana localidad de Portilla de Luna a través del Collado Coros.

Una vista atrás hacia la Peña el Águila y la angostura de acceso a Piedrasecha por donde discurre la carretera.
En este inicio de ruta todavía teníamos esperanzas de que despejase, aunque el cielo se cerrará más aún.

Plácidamente vamos recorriendo el valle entre alguna que otra pincelada otoñal.

Y como vemos señalizado, por aquí discurre un itinerario turístico para bicicleta de montaña.
Por nuestra izquierda vamos dejando paralela la cuerda de la Peña de la Viruela, según nombra el IGN en sus mapas.

Enseguida llegamos a una bifurcación (1290 m).
La pista con su itinerario ciclista gira a izquierdas para subir hacia el collado Coros; nosotros continuamos entonces por el ramal que sigue de frente en ascenso, justo por donde la señalización dice "No".

Nos alzamos así al collado (1340 m) que separa el valle de Portilla de Luna del de Piedrasecha, tomando el camino tendencia septentrional manteniendo fuerte ascenso y entre colorido robledal.

Nuestro camino de entidad muere al llegar a una amplia pradería (1430 m), que debemos cruzar manteniendo nuestro rumbo, para volver a adentrarnos en el bosque, aproximadamente por donde señalamos.
Si no fuera por la niebla veríamos ya la cumbre de Los Machaos.

Ya por sendero entre helechos, recorremos un frondoso y bonito robledal.

Salimos del bosque cuando el sendero que seguimos muere al alcanzar la pradería (1510 m) en la base de las peñas que hoy queremos ascender.

Y comenzamos un ascenso más pronunciado hacia la cumbrera de la sierra.
Con tendencia a la izquierda, encontramos jitos que nos guían entre canchales.

Aunque pronto elegimos nuestro propio itinerario hacia la cimera.
En fuerte subida y por donde nos parece, optamos por ganar la cuerda dirigiéndonos hacia la horcada que vemos.

Vista atrás, la niebla nos deja entrever por un momento la Vega de Villar que hemos recorrido.

Y continuamos nuestro ascenso hacia la horcada, sin más complicación que la fuerte pendiente y la dificultad inherente al tipo de terreno pedregoso por el que progresamos; el tramo más duro de la jornada pero sin problema.

Ganamos así la horcada (1650 m), por la que nos aupamos a la cumbrera de la sierra.

Y con una niebla muy cerrada que no nos deja ver tres en un burro, alcanzamos rápida y cómodamente la pequeña prominencia de la Peña el Palo (1688 m).

Sin apenas parar en esta cota, ya que las vistas son nulas, continuamos con rumbo Noroeste con tendencia hacia la izquierda de la línea cumbrera, buscando la senda que, por Las Artosas, discurre entre brezo y escoba en aproximación a la base de Los Machaos.

Cuyo ascenso lo hacemos entre bloques y brezo, pero sin mayor complicación.

Alcanzando los primeros restos militares de la Guerra Civil.

Y aupándonos así a las defensas que circunvalan toda la cumbre.

Cumbre de Los Machaos o Alto de las Trincheras (1814 m).
Todo un entramado de trincheras y defensas que se conservan en muy buen estado, pese a que en su construcción no se empleó ningún tipo de hormigón o argamasa. Muy impresionante.

Con sus puestos de tirador, de observación, casamatas, troneras para ametralladoras... Realmente espectacular.
Bien merece la pena llegar sólo hasta aquí pues, aunque estos restos nos recuerdan los tristes hechos acaecidos, son parte de nuestra historia y no hay que dejar que se pierda este patrimonio.

Toda la cima de esta peña de Los Machaos es un fortín.
Como comentábamos al inicio, todas estas cumbres leonesas de la primera cadena de montañas de la Cordillera, fueron fortificadas por el mando republicano, formando parte de lo que se denominó la Maginot Cantábrica, toda una sucesión de defensas en Asturias y el norte de León donde se desarrollaron episodios decisivos y que al final serían superadas por las fuerzas nacionales.
Desde aquí ya se tienen espléndidas vistas en un día despejado, que no hoy.

Abandonamos los Machaos manteniendo nuestro rumbo Noroeste y en ligero descenso hacia el collado que nos separa de la que será la principal cumbre del día: Peña Portilla.

Por nuestra derecha, la niebla nos deja entrever la zona de Santas Martas, en el valle por el que desciende el arroyo de Los Calderones y que en breve recorreremos.

Alcanzamos el collado (1780 m) y más que ver, intuimos la prominencia de Peña Portilla.

Superamos sin mayor complicación un pequeño desnivel entre canchales.

Atravesamos otro entramado de defensas, aunque éstas más degradadas que las de los Machaos.

Y nos aupamos a la cumbre de Peña Portilla o Alto de la Viesca (1834 m).
Señalizada con un "megajito".
Desde aquí tendríamos unas vistas excelentes de estar despejado, y podríamos ver los Picos de Europa, el macizo de Mampodre, el Fontún, Brañacaballo, Estorbín, Cuadro y Cellón, Ubiña, y los montes de Babia y Laciana, entre otros.

Una panorámica de estas fortificaciones.

Foto de rigor mientras esperamos un rato, ya que parece que el día quiere abrir, aunque no será así de momento.

Así que nos vamos siguiendo por la cumbrera de la sierra en un cómodo caminar y donde todavía veremos algún resto militar disperso.

Alcanzamos el extremo más noroccidental de esta sierra, cuya cimera abandonamos girando a nuestra derecha a rumbo Norte, para descender por la vertiente que mira al Collado Tijero en la cabecera del valle de los Calderones.

Descendemos entonces por una zona aterrazada que no tiene más complicación que superar un pequeño escalón calizo sin gran dificultad, como vemos.

Y nos vamos orientando para caer al collado Tijero que vemos abajo.
Vista atrás, señalamos el paso del escalón.

Descenso éste en fuerte pendiente por terreno descompuesto que obliga a poner cierta atención pero sin mayor dificultad.

Atravesamos una zona de brezo y escoba en aproximación al cortafuegos que llega hasta al collado, desde el cual debemos buscar la senda que, con rumbo Este, desciende por el valle de Los Calderones.
Al fondo vemos la guapa crestería de los Montes Tijera, que en parte recorrimos hace un par de años en una potente ruta, en la que también ascendimos al Amargones y al Cerro Pedroso. Podéis verla AQUÍ.

Segundo sector: Collado Tijero - Santas Martas - Los Calderones - Piedrasecha.


Collado Tijero (1630 m).
El tema es que, una vez en el cortafuegos y como comentábamos antes, hay que buscar la senda que por la derecha desciende por el valle de Los Calderones. Nos metemos entonces en un mar de piornos muy incómodo, que podríamos calificar como la única dificultad reseñable del día. No es un tramo excesivamente largo y acabamos saliendo a senda marcada que parece viene de arriba; es casi seguro que dicho sendero tenga su inicio en el collado, pero unos metros más adelante de nuestra opción, aunque tampoco podemos decir en qué condiciones.

Así que ya por buen camino, descendemos por el valle en rumbo Este y paralelos al arroyo.
Al frente, y a la derecha del Alto del Palomar, vemos el pico Amargones y vamos dejando por nuestra derecha la sierra de Peña Portilla cuando, como no podía ser de otra forma siempre que bajas de la cumbre, parece que el día comienza a levantar.

Entre coloridos serbales recorremos plácidamente el valle.

El camino da paso a pista terrera.

Pista que abandonamos al llegar a una encrucijada (1455 m) donde tomamos el camino que desciende por nuestra derecha y continúa por el fondo del valle.

Curiosamente por aquí nos encontramos con una sección militar de la UME, que estaba de maniobras y nos acompañarán un buen tramo.

Alcanzamos la vega de Santas Martas (1385 m).
Donde antaño hubo un pueblo con una abadía. Quedan apenas una cabaña y un redil de piedra.
 A día de hoy esta vega se aprovecha como pastos de verano.
Este pueblo es uno de los muchos que asocian la desaparición del mismo a historias relacionadas con animales “malditos”. En este caso una “vacaloria o vaquiruela” (una salamandra) recogida en el agua con la que se amasó el pan de la caridad dominguera, sería la responsable de la muerte de todos los vecinos, el día siguiente a haberse repartido el pan en la misa. De esta suerte solo se salvaría una anciana que, por encontrarse enferma, no pudo acudir al oficio religioso. Esta anciana sería la heredera de todos los terrenos y bienes del pueblo. La realidad parecería tener más relación con el pan de centeno, contaminado con el hongo del cornezuelo que tantas muertes causó en la época.

Rebasada Santas Martas, nos adentramos en un tramo muy bonito donde el sendero discurre a nivel del arroyo, que nos deja guapas estampas con pequeños saltos de agua entre el bosque de ribera.

Abandonamos la zona boscosa saliendo a zona más agreste para ir introduciéndonos en el Desfiladero de Los Calderones.

Con sus espectaculares formaciones geológicas, donde vemos pliegues y repliegues con fallas y fracturas, lo que indica que esta zona forma parte de un gran plegamiento: el Sinclinal del Alba.
Calizas éstas cuyo origen se remonta a los sedimentos depositados hace 360 millones de años en el fondo del mar que cubría la zona.
Vemos paneles informativos que nos hablan de la vida en estos aparentemente inhóspitos y verticales farallones, donde anida el Treparriscos.

Tras cruzar una cancilla, accedemos al desfiladero en sí donde el río, ya sumido, discurre por una galería kárstica subterránea.

El camino a seguir recorre el antiguo lecho del río que, en momentos de fuertes lluvias o grandes deshielos, puede ser impracticable al aflorar el agua subterránea a la superficie.

Una angostura impresionante donde las verticales paredes casi se tocan. Fruto de una acción conjunta de la erosión mecánica del agua, debido a la abrasión de cantos arrastrados y demás agentes, con la disolución kárstica de las calizas, como evidencia la circulación subterránea del arroyo.

Aunque debemos comentar que, en este paso, también intervino la mano del hombre, al arreglarse a mediados del S.XX, cuando se construyó una calzada que permitía el tránsito de viejas camionetas empleadas por la industria maderera. Tras una tormenta y la consiguiente riada, el camino de Los Calderones se volvió impracticable para los vehículos, quedando tal y como ahora podemos observarlo.

Salimos entonces de la entalladura de los calderones al Manadero.

Donde arrancan unas escaleras por las que ascendemos hacia la Cueva de las Palomas.

Oquedad caliza que alberga una ermita rupestre, la cual custodia la imagen de Nuestra Señora del Manadero.

Y cuya festividad se celebra en una romería el último domingo de julio.

Descendemos de la Cueva de Las Palomas pasando junto a un rústico altar, para continuar valle abajo cuando éste se irá abriendo paulatinamente.

Vista atrás, nos despedimos de la angostura de la garganta de Los Calderones.

Y enseguida llegamos a la fuente seca del Manadero que, como apreciamos en la inscripción, parece ser que data de 1705.

Siguiendo por la pista y cuando el arroyo ha vuelto a aflorar a la superficie, pasamos junto al crestón silíceo de El Serrón, llamativo por los líquenes amarillos que lo colonizan y donde hay abiertas unas vías de escalada. De hecho hay una escuela de esta actividad muy cerca.

Entre chopos y fresnos siguiendo paralelos al cauce del río, nos despedimos de Los Machaos, cuando el día ya ha abierto e incluso hace calor.

Pasamos junto a unas llamativas y erosionadas laderas de lunitas negras, colonizadas por rebollos y donde vemos más paneles informativos.

Para en nada entrar ya en Piedrasecha.

Y dar una vuelta por el pueblo. fijándonos en la llamativa fachada de este hotel rural: el Castillo de Piedrasecha, de apariencia medieval, como vemos.

Y sin más, a la plazoleta donde tenemos el coche, cerrando la circular a una ruta bien guapa y muy interesante que, fuera de época invernal, nos resultó fácil de seguir y sin ninguna complicación reseñable más que los piornos del collado Tijero.

Os dejamos el perfil de elevación


¡¡Un saludo!!

6 comentarios:

  1. Una ruta bien guapa y con historia, que pena de niebla que no os dejó disfrutar de las vistas. Saludos

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    1. Pues sí, lo malo fue la nieblona esa que solo levanto cuando bajamos de la cumbre, por que ye una ruta bien guapa y sencilla, Muy recomendable.
      Un saludo!!

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  2. Bonita ruta. Un poco chafada por la niebla, pero que os quedo fabulosa. Un saludo

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    1. Gracias Sebastián!! La verdad que la niebla deslució un poco la ruta en cuestión de vistas pero bueno, nos gustó mucho igualmente.
      Un saludo!!

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  3. Menuda cantidad de información que habeis metido en el reportaje. La ruta son de esas que te esperas menos y luego te sorprenden gratamente. Genial.

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    1. Como bien dices, la verdad que nos sorprendió y nos pareció muy interesante.
      Gracias Yoni!!

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