Senda del Valle Invisible.
Descubriendo el entorno de San Roque del Acebal (Llanes).
- Valle de Mijares -
San Roque del Acebal, localidad del concejo de Llanes que se enclava en el corazón del Valle de Mijares, entre las sierras de Purón y Cuera, al Sur, y la sierra Plana de Cue, que lo protege de los vientos del mar Cantábrico por el Norte.
Parroquia por la que pasa el Camino de Santiago rodeada de un entorno exuberante, que los vecinos han puesto en valor al idear un recorrido que nos invita a conocer los mágicos rincones de este Valle de Mijares.
Una iniciativa impulsada por la Asociación de Vecinos El Perru de San Roque, quienes han diseñado un recorrido cuyo trazado se basa en el realismo fantástico del libro El Valle Invisible, obra gestada por el escritor local Miguel Ángel Galguera, que nos muestra una descripción de la vida de las gentes que poblaban este valle, con sus peripecias, tristezas y alegrías, y que es lo mismo que pretende descubrirnos este fantástico itinerario de la Senda del Valle Invisible.
Y es que San Roque del Acebal quizás sea conocido por muchos debido a la carretera general que cruza el pueblo y a sus naves industriales que, a priori, no suponen mucho atractivo que digamos, sin embargo, esconde entre sus caminos rurales un sorprendente entorno natural, jalonado de casas de aldea y praderías, bosques que tapizan un mundo kárstico, cuevas y arboledas típicas de lugares húmedos, donde el agua brota y se esconde, en un discurrir que, antaño, avivaba las muelas de viejos molinos, tan importantes en otro tiempo.
Sin duda un recorrido muy bonito donde se mezclan naturaleza, tradición e historia.
Una iniciativa impulsada por la Asociación de Vecinos El Perru de San Roque, quienes han diseñado un recorrido cuyo trazado se basa en el realismo fantástico del libro El Valle Invisible, obra gestada por el escritor local Miguel Ángel Galguera, que nos muestra una descripción de la vida de las gentes que poblaban este valle, con sus peripecias, tristezas y alegrías, y que es lo mismo que pretende descubrirnos este fantástico itinerario de la Senda del Valle Invisible.
Y es que San Roque del Acebal quizás sea conocido por muchos debido a la carretera general que cruza el pueblo y a sus naves industriales que, a priori, no suponen mucho atractivo que digamos, sin embargo, esconde entre sus caminos rurales un sorprendente entorno natural, jalonado de casas de aldea y praderías, bosques que tapizan un mundo kárstico, cuevas y arboledas típicas de lugares húmedos, donde el agua brota y se esconde, en un discurrir que, antaño, avivaba las muelas de viejos molinos, tan importantes en otro tiempo.
Sin duda un recorrido muy bonito donde se mezclan naturaleza, tradición e historia.
Cartografía IGN 1:25000 Hoja 32-3 |
Cota mínima: 20 m.
Cota máxima: 133 m.
Desnivel máximo: 113 m.
Desnivel acumulado: 265 m.
Distancia: 12,8 km.
Tiempo: 5h (Con las paradas).
Inicio/Fin: San Roque del Acebal.
Por la N-634 llegamos a la localidad llanisca de San Roque del Acebal, aparcando el coche junto a la gasolinera de una conocida multinacional (50 m), en el margen derecho de la carretera sentido Santander.
Y es justo por detrás de la gasolinera, que comienza nuestra ruta, donde vemos ya un panel informativo al respecto del itinerario, junto a otro más pequeño, el primero de muchos, que hacen referencia a la obra del escritor local Miguel Ángel Galguera: El Valle Invisible, gracias a los cuales iremos descubriendo los secretos del Valle de Mijares, con continuas citas al libro.
Siguiendo las indicaciones del panel, tomamos rumbo noroccidental; con mucho frío y por donde la helada nocturna todavía cubre los prados de las fincas adyacentes al camino.
Inmediatamente, y en escasos metros, alcanzamos el barrio de Los Cuetos.
Para tomar así el ramal derecho, al Norte, que nos lleva a cruzar al otro margen de la N-634, y llegar al barrio de La Concha.
Por donde iremos derivando a izquierdas buscando las laderas de la Sierra de Cue, cruzando por una pequeña zona arbolada.
Hasta entroncar inevitablemente con la LLN-2, que se dirige a la cercana localidad de Andrín; invirtiendo bruscamente el rumbo al Este siguiendo el margen derecho de la carretera. Se da la circunstancia que en el otro margen, se encuentra la finca donde se ubicó la malatería de San Lázaro, a la que inexplicablemente no fotografiamos, al ir seguramente distraídos con otros menesteres. De todas formas, salvo unos restos de muros, poco vamos a ver del hospital de leprosos fundado probablemente allá por el S.XII o XIII.
Y, en muy pocos metros, nos apartamos de la carretera cuando alcanzamos un pequeño altozano que domina ligeramente San Roque del Acebal: el Mirador del Cuera.
Se trata de un buen balcón hacia la muralla pétrea de la Sierra del Cuera, que tanto condiciona la climatología del territorio llanisco, y donde han colocado un gran panel informativo, muy de agradecer, que nos señala todas sus cumbres.
Continuamos entonces plácidamente hacia el Este por la pista que, a un lado, deja fincas, huertos e invernaderos, donde antaño se situaba la Huerta las Monjas, relacionada con la malatería. Y, al otro lado, discurre paralela la autovía del Cantábrico.
Nuevo panel informativo, que nos señala la antigua ubicación de la Juente Antona, que estuvo situada aquí mismo, junto a la autovía del Cantábrico, pero hoy ya desaparecida.
Preciosa planicie ésta que vamos recorriendo, que contrasta con la imponente verticalidad del murallón de la Sierra del Cuera, la cual se yergue majestuosa por detrás de su estribación norteña: la Sierra de Purón, delimitando ambas este Valle de Mijares al Sur.
(Pinchar para ampliar)
Abandonamos entonces la pista, siguiendo las indicaciones de la señalización en favor de un camino que surge por nuestra derecha.
Y que, con tendencia meridional, nos lleva a bordear las murias de las fincas del barrio de Cañamal.
Pero hay que estar atentos mientras bordeamos las murias, porque enseguida vamos a ver un desvío, donde la señalización nos conduce momentáneamente hacia un frondoso sendero, que culmina en la cercana Fuente del Casar.
Fuente del Casar.
Antiguamente las fuentes tenían mucha importancia, cuando aún no existía el agua corriente en las viviendas; hoy vemos muchas ya en desuso u abandono, como es el caso.
Pero se trata de un guapo rincón, en el que también podemos admirar la primera de una serie de trabajadas tallas en madera -otras en piedra- que vamos a encontrar a lo largo del recorrido, realizadas por Toño Ríos y Toño Llorente, respectivamente, dos de los artistas más destacados de San Roque del Acebal.
En este caso una loba con sus lobeznos.
Desandamos entonces nuestros pasos para retomar el camino de Cañamal, donde encontramos un simpático extracto de la obra de Miguel Ángel Galguera al respecto de este barrio, "muy independiente y bullanguero".
Y así cruzamos por entre las casas del barrio de Cañamal con sus detalles.
Uno de los barrios más antiguos del pueblo.
Aquí precisamente nació y vivió Francisco González Galguera, Pancho del Cañamal, un escritor y poeta muy popular en la zona, autor de las famosas Banderillas del periódico El Oriente de Asturias, como nos explica el panel informativo.
Recupera nuestra senda tendencia oriental cuando se interna en el bosque de las Llanchas.
Antiguo camino ya con poco uso que, serpenteante, discurre entre viejas fincas, rebosante de humedad y a la sombra de la frondosidad natural que lo engulle; un tramo chulo que nos lleva hacia el barrio de La Somada.
Accedemos así a la pista que comunica La Somada y que seguimos al Sur.
Adentrándonos entonces por entre las casas de dicho barrio.
Pero hay que fijarse, porque enseguida debemos abandonar este barrio de La Somada por nuestra izquierda, como así nos lo indica la señalización, tomando un camino al Este entre depresiones kársticas, y por donde incluso veremos algún corzo.
Total que caemos a la hondonada del río Cagalín.
Pequeño ecosistema kárstico muy interesante, donde el agua brota y desaparece en un curso de unos 100 m.
Aunque un poco desvirtuado el entorno por la fea construcción de una captación de agua.
Pero aquí nos encontraremos con uno de los elementos, a nuestro parecer, de mayor interés en todo el itinerario.
Se trata de las ruinas de un viejo molino hidráulico, encastradas en la cueva por la que sume el arroyo, justo después de mover la muela; merece la pena verlo.
Cruzamos entonces con cuidado el arroyo para ver estas ruinas desde otro ángulo.
Lo dicho, un rincón muy curioso y llamativo, donde el panel informativo al lado del camino nos da otros datos interesantes, como el hecho de que aquí venían las mujeres a lavar la ropa, ya fuera invierno o verano, aprovechando el viaje de vuelta para acarrear el agua que necesitaban en casa. Tiempos duros con pocas comodidades.
También estos manantiales eran lugar de diversión: la víspera de San Juan se engalanaban las fuentes en señal de agradecimiento.
Visitado este maravilloso rincón, nos reincorporamos al camino principal retomando nuestro rumbo hacia el Sur, e inmediatamente nos topamos con un nuevo panel que nos anuncia la proximidad de la Cueva Collubina.
Así que tomamos un sendero que asciende por nuestra derecha hacia el Oeste, y que nos depara una sorpresa.
Pues, al momento, nos topamos con otra trabajada talla en madera, que representa a unos raposos con gran fidelidad.
Bordea la senda una gran depresión a la que descendemos; en su fondo se encuentra la cueva.
Cueva Collubina.
Y es que San Roque del Acebal se asienta sobre un entorno muy kárstico, donde la caliza es horadada y disuelta por el agua subterránea, dando lugar a depresiones, cuevas y galerías.
No nos adentramos mucho, pues estos temas no son lo nuestro; tampoco vamos equipados, pero el lugar y su entorno tienen el suficiente encanto como para acercarse.
Se da la circunstancia que esta cueva sirvió de refugio en la Guerra Civil.
Remontamos la dolina para volver a la senda que dejamos, y retomar nuestro rumbo occidental hacia el cercano barrio del Cuetu.
Alcanzamos entonces el lugar conocido como el Pozu Santiago, donde podemos detenernos a leer un nuevo extracto de la obra El Valle Invisible, y es cuando giramos a izquierdas, al entroncar con el Camín Real, por donde viene el Camino de Santiago.
Y ya, con alguna escena que invita a una pastoril fotografía...
...salimos a la N-634, justo a la entrada o salida de San Roque, según se mire.
Carretera que no debemos cruzar, sino que toca recorrerla unos cuantos metros por su arcén izquierdo a rumbo este sentido Santander, hasta ver la señalización que nos invita a tomar la Caleya de las Ánimas, también conocida como Caleya del Infierno, por donde viene el Camino de Santiago y que, en pocos metros, nos lleva a otro lugar de interés.
La Capilla de las Ánimas, de gran devoción entre peregrinos y lugareños.
Como podemos leer en el pertinente panel informativo, en realidad se trata de un antiguo humilladero para el culto a las ánimas del Purgatorio. Oratorios que se solían construir a la entrada de los pueblos o las iglesias, así como en las encrucijadas de los caminos. Como signo de humildad, peregrinos y parroquianos, se detenían a rezar, encender velas o dejar limosna en la hornacina. En este caso también se dejaban viandas para el hospital de la Malatería de San Lázaro. Los leprosos venían de noche a recogerlas a la voz de
"Andad de día, que la noche es mía"
En el pilar frontal izquierdo se puede leer, con mucha dificultad, una leyenda en la que se hace referencia a los viajeros.
"SI BUENABENTURA ESPERA EN EL BIAJE A DONDE BA
A LAS ANIMAS LIMOSNA DARA"
Visitada la capilla, continuamos por la amplia Caleya de las Ánimas manteniendo nuestro rumbo oriental, paralelos a la carretera general y con alguna zona bastante embarrada.
Finaliza la caleya cuando cruzamos por un tunel, bajo uno de los accesos a la cercana A-8.
Y es aquí, que podríamos habernos dirigido a visitar la cercana Cueva de Ciernes, al otro lado de la N-634 y que está fuera del itinerario, por lo que, al seguir la señalización, no nos damos cuenta y nos apartamos de ella, yéndonos a izquierdas y siguiendo las indicaciones que nos llevan a la vera de un arroyo encauzado, en las inmediaciones de la autovía del Cantábrico.
Total que giramos al Sur, saliendo nuevamente a la N-634, que esta vez sí cruzamos, para tomar el Caminu de la Santacina.
Guapo tramo que discurre por entorno muy frondoso donde abunda el roble.
Camino que finaliza al ser interrumpido por las vías del ferrocarril de Feve, que tenemos que cruzar con la debida precaución; será la primera de unas cuantas veces.
Entramos entonces en un tupido ocalital donde hay que estar atentos y tomar, a los pocos metros, la senda que gira a derechas, a rumbo oeste.
Hay que fijarse que, si bien la señalización es abundante en toda la ruta, sí que hay algún punto como éste en que es un poco precaria y pudiera dar lugar a la confusión.
Nos vamos aproximando a Las Coradiellas.
Donde nuestro camino toma marcado rumbo meridional buscando las laderas que decaen de la Sierra de Purón.
Así salimos a zona abierta en ligero ascenso, bordeando los cierres de la extensa finca de Las Coradiellas.
Al fondo vemos el poderoso Bijorcu.
Gira momentáneamente nuestro camino al Oeste con vistas a la Sierra de Cue y Andrín, topándonos con un nuevo pasaje literario de la obra de Miguel Ángel Galguera, pero la senda recupera rumbo sur picando hacia arriba con fuerza; será el tramo más pindio de la jornada.
Llegando al alto de Las Coradiellas, nuevamente hacia Occidente ya relajadamente.
Para ir cayendo a la Riega de los Molinos o Riega de Las Coradiellas, por la que seguimos descendiendo al Norte, en otro tramo realmente vistoso que discurre entre la frondosidad de alisos y abedules, donde el sendero serpentea entorno al reguero. Mucho más guapo que el ocalital por el que acabamos de pasar,que tampoco es que aporte mucho.
Y, como era de esperar, nos encontramos con lo que queda de un primer molino de agua.
Ya en ruina total, aún se aprecia el arco del infierno o estolda.
Pocos metros más abajo, nuevo panel informativo al respecto de estos ingenios hidráulicos tan importantes en su día, donde nos explica su funcionamiento, aprovechando el caudal de agua que desciende horadando y modelando estas faldas de la Sierra de Purón.
Y, justo enfrente del panel, los restos de un segundo molino; hubo hasta seis en la zona.
En estado parecido al anterior, todavía podemos ver la cámara de carga de agua y el infierno.
Gana entidad el camino a partir de este molino cuando gira al Oeste.
Y, en escasos metros, pues dos tallas más muy trabajadas de sendos lobos aullando.
Continuamos entonces por nuestro buen camino hacia el Oeste, cuando nos ponemos paralelos a las vías del tren que, poco más adelante, acabaremos cruzando.
Pero antes, nuevo desvío por la izquierda, para visitar la fuente de Rugarcía que, burbujeante, mana del fondo arenoso.
Al parecer, y desde muy antiguo, la gente viene a este lugar a por agua, ya que se le atribuyen propiedades curativas.
De vuelta en el camino principal ahora sí toca cruzar las vías, para continuar siguiendo pista asfaltada por la que discurre el Camino de Santiago.
Pero pocos metros llevamos cuando la señalización nos alerta de otro lugar de interés, apartándonos un poco del camino: La Puentuca.
Como su nombre indica, se trata de un pequeño puente de mampostería con arco de medio punto que salva la riega del Toyu, facilitando el tránsito de personas y animales desde tiempos antiguos.
Aquí la singularidad es que la riega baja seca, pero vemos toda una lengua de arena que cubre el lecho y sigue el curso del arroyo. No somos geólogos, ni mucho menos, pero pensamos que esta arena puede provenir del mar que tenemos tan cerca, pues hay que recordar que estamos en un entorno muy kárstico, cuyo subsuelo calizo está excavado por la acción del agua.
Vuelta al camino, retomamos nuestro rumbo occidental y, pasando por El Cantón llegamos al núcleo de L'Acebal con su lavadero muy arreglado, también conocido como lavadero del Julagua.
Al igual que Covielles -por donde en breve pasaremos- L'Acebal fue aldea independiente, por eso tiene lavadero propio.
Junto al lavadero podemos admirar una detallada escultura en piedra homenaje al campesino.
Es aquí, que la señalización nos invita a girar al Sur, y no queda otra que volver a cruzar las vías del tren.
Para continuar por la Cotera Somanta, dando cara nuevamente a las laderas de la Sierra de Purón.
Entroncamos así con buena pista que nos encauza hacia la cuadra de la Cuerre Santiago, donde justo enfrente de la señal parte un sendero al Noroeste que es el nuestro.
Sendero desde el cual podemos observar bucólicas escenas que se desarrollan en las fincas adyacentes.
Y que, en ligero descenso recorriendo frondoso entorno, nos aproxima cerca de la parte meridional del pueblo, salvando otro reguero arenoso para, girando al Norte, llevarnos hasta el enclave de La Valleya.
Como el topónimo indica se trata de eso, un minúsculo valle, en un marco natural muy guapo, donde debemos seguir por la senda de nuestra derecha.
Senda que nos aboca al barranco de la Riega del Toyu, que se descuelga por la ladera de la Sierra de Purón, pudiendo deleitarnos con nuevos pasajes literarios del libro El Valle Invisible.
[...]
En torrentes agresivos y torpes, el chaparrón se abalanza sobre la tierra callada, y la riega Los Toyos se convertía, de repente, en peligroso enemigo...
Caemos así al barranco de la riega, que remontamos aguas arriba por sinuoso sendero, que vadea innumerables veces el cauce seco y arenoso del Toyu.
Un tramo destacable por su encanto natural.
Y ¡sorpresa! nueva talla en madera.
Talla que representa, con gran fidelidad, una osa y sus esbardos; muy chulo.
El barranco se va encajonando y se torna más abrupto, cuando el agua del reguero se empieza a dejar ver.
Y así llegamos a uno de los rincones idílicos de la ruta:
El salto de agua de L'Escaniellu.
No lo pillamos con mucho caudal, pero el rincón es digno de visita.
"San Juan, por Dios te pedimos, que nos libres de la seca, que corra la riega El Toyu, y en la Xordana se meta".
Sin duda un lugar propio de seres mitológicos, como la xana que representa la escultura pétrea tan lograda.
Una parada para reponer fuerzas y continuamos ruta siguiendo el sendero, que asciende por encima del salto de agua.
Por aquí alcanzamos la cota más alta de hoy: 133 m.
Entroncando con una pista ganadera que viene de lo alto de esta Sierra de Purón, nos vamos ya todo para abajo con claro rumbo septentrional, con vistas al Picu Castiellu y en busca de las casas sureñas del pueblo, donde giramos a izquierdas, a rumbo oeste, para tomar el Caminu del Pozón.
Camino donde nos encontramos con un panel explicativo al respecto del fiero Picu Castiellu, que se desgaja de las laderas del Cuera y cuya visión nos es omnipresente desde hace ya un tiempo.
Picu Castiellu o Altu de Soberrón.
Al parecer en la cumbre de esta modesta, pero escarpada montaña, hubo una fortificación roquera de origen incierto, quizás romana, parece ser que aprovechada más tarde en tiempos medievales.
Algunos historiadores se refieren a él como el centro de poder entorno al cual se organizaban las comarcas llaniscas del coto de Aguilar, allá por el S.XII.
Tampoco, faltan las alusiones a las ahumadas que allí se hacían para anunciar la llegada de piratas normandos o la cercanía de las ballenas.
Y, como buen castillo que se precie, pues tiene sus leyendas relacionadas con los moros, como la que relata que está hueco por dentro y lo ocupa un palacio repleto de tesoros, habitado por una mora encantada, que espera ser liberada de un espantoso moro, armado con un sable curvado con doble filo en la punta, que la tiene cautiva.
Seguimos caleyando por el Caminu del Pozón, y ya comenzamos a girar al Norte para ir pensando en cerrar el circuito.
No sin antes tener un nuevo encuentro con un fiero oso tallado, que nos sale al paso.
E incluso nos encontramos con un curioso banco hecho a partir de un tronco rebajado, que invita al descanso.
Y así, girando al Este, nos vamos abocando de vuelta a San Roque.
Primero por La Prida.
Acto seguido entramos en el núcleo de Covielles, donde nos fijamos en algún interesante detalle.
Siempre presentes los extractos de la obra de Miguel Ángel Galguera.
También el arreglado lavaderu de Covielles, engalanado con motivo de la Navidad.
Con su detallada escultura, homenaje a las lavanderas, y su gran bebedero.
Continuamos por La Vega hasta pasar por delante de la Casa Concejo, donde seguramente la asociación del Perru de San Roque impulsó esta prestosa ruta tan interesante.
Cruzamos entonces las vías del tren por última vez.
Para pasar al momento junto a la iglesia parroquial.
Donde se encuentra un último panel con un guapo "collage", homenaje a los vecinos de San Roque hecho con sus fotografías, así como un último pasaje del libro El Valle Invisible.
Y ya por la carretera general...
...en nada a la gasolinera donde tenemos el coche, finalizando así una ruta que nos gustó mucho.
Sin duda una gran iniciativa de los vecinos de San Roque del Acebal para descubrirnos su magnífico entorno, con su tradición e historia.
Os dejamos el perfil de elevación.
¡¡Un saludo!!
Mi mas enhorabuena a los dos, por la ruta. Es una preciosidad. Ya la tenia para hacerla con la familia, pero vuestro reportaje, como siempre, es el mejor que he visto.
ResponderEliminarCuando la haga, seguire vuestros pasos. Un saludo y un fuerte abrazo para los dos
¡¡Muchas gracias Sebastián!! No sabes cómo nos presta que alguien valore nuestro trabajo, con el curro que lleva.
EliminarLa ruta para ti no tiene dificultad alguna, y seguro que la disfrutáis, porque es vistosa y entretenida.
¡¡Un fuerte abrazo!!
¡Hola!
ResponderEliminarHicimos la ruta este domingo 21 de abril y nos gustó mucho. La única diferencia por nuestra parte es que cuando llegamos a la finca de las Coradiellas, como la cuesta era muy empinada y nos acompañaba una persona que padece del corazón, optamos por desandar el camino hasta la carretera general y caminamos por el arcen hasta la entrada de San Roque, donde retomamos la senda a la altura de la fuente del campesino.
La verdad es que ahora la zona de las Coradiellas está bastante fea porque talaron todo el monte de eucaliptos.
Por lo demás el resto de la ruta nos pareció muy bonita, especialmente el cauce del arroyo que sube hasta la cascada.
Para hacer la excursión me descargué vuestra página en el móvil y así pude ir consultándola cada poco, me fue de gran utilidad.
Un saludo cordial.
¡¡Hola Rubén!! Pues nos encanta leer comentarios como el tuyo, ya que vemos que el blog es de utilidad; procuramos ser precisos para que la gente no se lleve sorpresas.
EliminarRespecto a lo que comentas de las Coradiellas, creo que hicisteis bien, al ir con una persona que padece del corazón, ya que es una subida un poco pindia y, como viste, tampoco aporta gran cosa, lo único por la consiguiente bajada por la riega de los Molinos, que es un trecho guapo. Como bien dices, el tramo de la riega El Toyu que sube a la cascada, también nos pareció de lo más bonito. En general se trata de un paseo recomendable.
¡¡Venga, un saludo!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarHola Parroquiana de San Roque.
EliminarSuponemos te refieres a los escultores de las tallas en madera y piedra: Toño Ríos y Toño Llorente (información extraída de la página oficial de la ruta: wwww.valleinvisible.com).
Si lees el reportaje con atención, verás que SÍ los mencionamos; citamos textualmente:
"[...] también podemos admirar la primera de una serie de trabajadas tallas en madera -otras en piedra- que vamos a encontrar a lo largo del recorrido, realizadas por Toño Ríos y Toño Llorente, respectivamente, dos de los artistas más destacados de San Roque del Acebal.
Un saludo.